Elecciones Generales 2016
Tiempo de cambios por Jesús Cuadrado
Como valoración de los resultados electorales, le he oído decir a Elena Valenciano que, para recuperar la confianza de la gente, ahora toca «ir más de prisa y más a fondo». Puede, pero la cuestión central es a dónde quiere ir la actual dirección socialista, a dónde quieren llevar al Partido Socialista. Lo que dicen los resultados del domingo, y todas las encuestas publicadas en los últimos meses, es que una gran mayoría de españoles, incluidos los que han votado socialista, no tienen confianza en la dirección actual del PSOE. Y, por supuesto, no le votan. ¿Es el momento de «reflexionar»? La reflexión siempre es buena para evaluar el trabajo político, pero, llegados a la actual situación, no parece que sea suficiente. Si Rubalcaba y su equipo no comprendieran el estado de emergencia en que se encuentra el PSOE, tras la debacle electoral del domingo, se habrían convertido, ellos mismos, en un serio problema para su propia organización. El momento actual es de esos en los que el sentido de la responsabilidad exige tomar decisiones, frente a la tentación de eludir el trago y «a ver qué pasa».
Se han cometido ya demasiados errores de bulto. Entre ellos, impedir el proceso de «primarias» para elegir candidato a presidente del Gobierno o no tomar decisiones consecuentes con el peor resultado electoral del PSOE en las generales de noviembre. Rubalcaba, asumió todo el poder desde mayo de 2011, cuando las encuestas anunciaban que se iban a perder las elecciones, pero no con la rotundidad del resultado final. El barómetro del CIS del abril, días antes de la elección de candidato, otorgaba un 33,4% de intención de voto; desde entonces la caída ha sido constante y rápida, hasta un 20% en las expectativas actuales. ¿Herencia recibida? Mucho habría que retorcer el análisis para seguir tirando de ahí.
Algo habrá pasado en estos meses para que tanta gente le dé la espalda al Partido Socialista. En mi opinión, ha habido una dirección desnortada que ha confundido a todo el mundo. Un partido de gobierno no puede ir detrás de todo lo que se mueve sin criterio propio, imitando un día a IU y otro dispuesto a asumir «lo que digan» UGT y CCOO. El liderazgo transformador que esperan los españoles del PSOE no consiste en recoger programas prestados, no se resuelve con el simplismo de «más a la izquierda»; se tiene un proyecto coherente, creíble, para sacar a España del pozo en el que se encuentra o se camina hacia la irrelevancia política, como está ocurriendo. La máxima «cualquier gran fracaso tiene que obligarnos a reconsiderar las ideas fundamentales» se ajusta bien a la situación que esta viviendo el PSOE. ¿Puede liderar la actual dirección el giro radical que exige el «gran fracaso»? Evidentemente, no. La grave crisis que padece el partido no es para un tratamiento de gerentes, es, más bien, la hora de liderazgos que «asuman riesgos y generen cambios». ¿Podrá conseguirlo la organización socialista? Eso espero.
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