Londres

Lochte devora al «Tiburón»

Ryan gana con absoluta autoridad la final de 400 estilos en su primer duelo directo con Phelps, que se hundió y terminó cuarto, fuera del podio

Lochte devora al «Tiburón»
Lochte devora al «Tiburón»larazon

LONDRES- Michael Phelps abandonó la piscina el primero, lo hizo en solitario y cabizbajo. Caminaba y miraba el marcador. Incrédulo, poco acostumbrado a lo que acababa de suceder. Son los Juegos Olímpicos, su territorio, donde él mejor se siente, donde se ha convertido en un mito. En el primer lugar no estaba su nombre. Tampoco en el segundo. ¡Ni en el tercero! No aparecía en el podio. Su primer intento de oro de los siete que tiene en Londres se convirtió en un cuarto lugar. Ni medalla. Una decepción. Su primer duelo con Ryan Lochte no fue tal. Lochte luchó solo contra el reloj, superior a todos sus competidores, con una marca extraordinaria. El resto le vio alejarse y pronto se olvidó de él. Estaba a otro nivel, el oro tenía dueño. Esto no ha hecho más que empezar, pero Ryan Lochte apunta a nuevo rey de la natación.

«No es que Phelps sea un pez ni nada por el estilo», dijo Lochte hace meses. Quizá lo era, un tiburón, en concreto, aunque ayer pareciera que tiene la aleta cortada. El mejor nadador de la historia disputará sus último Juegos Olímpicos. Lo que hizo en el pasado quizá no sea superado nunca, pero el presente se le presenta más complejo en su despedida. Ha pasado de dios a humano, pero no ha dicho su última palabra. Todavía le quedan seis pruebas por disputar y seguro que va a dar guerra. «No pensaba que estos chicos iban a nadar tan rápido, las medallas no se ganan en las series», dijo por la mañana. Pero para él no hubo medalla ni por la mañana ni por la tarde. Apareció en escena el último, porque tenía el peor tiempo. La música atronaba en sus cascos. Lochte ya llevaba unos segundos al borde de la piscina. Serio, pero sin exagerar. Él es así. Arrancó la prueba. El silencio contenido en el moderno centro acuático de Londres se convierte en un estruendo. El único amago de pelea fue al principio. Lochte pasó los primeros 50 metros en segunda posición, pero a partir de ahí la prueba fue suya, sólo suya. Phelps iba tercero y en el segundo largo se colocó segundo, pero por delante ya iba su amigo Lochte. La mariposa terminó medio en tablas, el resto fue abrumador. Espalda, 150 metros. La distancia entre los dos nadadores era ya de medio cuerpo. Dos largos después, ya en la braza, le sacaba un cuerpo entero. «U-S-A, U-S-A», gritaba la grada enloquecida. Las banderas de barras y estrellas asomaron. Ellos ganaban seguro. Lochte también tenía claro que no se le iba a escapar. La separación con el resto era sideral y por momentos pareció que incluso podía ir a por el récord del mundo. Lejos de él, en la calle 8, Phelps padecía. El sufrimiento de los humanos, sintió lo que siempre han sentido tantas veces sus rivales ante él. Ya no era segundo, el brasileño Thiago Pereira estaba delante. Quedaba todavía el estilo libre para remontar. Un milagro sólo a su altura que se convirtió en otra pesadilla. El ruido en la grada aumentaba, ya era ensordecedor. El japonés Hagino también se sublevaba ante el «Tiburón». Le quería disputar la medalla. Luchar por el bronce, ése no era el plan de Phelps y el de Baltimore terminó por hundirse. Lochte ganó en solitario. Su segundo éxito individual en unos Juegos. Como hizo en el Mundial de Shanghái, pudo con el que parecía invencible. Si Phelps se marchó el primero, Lochte salió el último de la piscina. Se reía. Saludaba al público, disfrutaba de su primer momento de gloria. «Es mi hora», había advertido antes de competir. Eso parece. Minutos después volvió a calzarse sus zapatillas verdes «cantosas» para subir a lo más alto del podio mientras por los altavoces sonaba «Carros de fuego» antes de dar paso al himno norteamericano. Se llevó el aplauso de la primera jornada. Michael Phelps había sido el más aclamado en la presentación. En ese momento ya formaba parte del olvido. Todavía estaría pensando qué había podido pasar. Ryan Lochte «devoró» al «Tiburón» en el primer duelo directo.