Ciclismo

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«Nada que el hielo no cure»

La Bretaña francesa, sobre todo su parte norte, Cap Frehèl en concreto, donde posaba su quinta meta este Tour, es así. Dista poco de su prima anglófona. Acantilados que se asoman hasta el extremo al frío Atlántico. Dejan éstos, en vasto terreno, espacio a las playas anchas e inmensas, perfectas para desplegar las alas de un viento voraz.

La Razón
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Abajo, en la tierra firme que pisan los mortales, el suelo es duro, de pura roca. El Tour, en su búsqueda constante de alicientes dentro del clasicismo más férreo que dictan los Pirineos, suaves, y los Alpes, más duros y decisivos después, ha incluido en esta edición la puntuación de los esprints intermedios. Una meta a 90 kilómetros para el final. Sólo varía la distancia que resta para los ciclistas hasta el hotel y el masaje, pues el empeño, la velocidad y la disputa de los corredores es la misma. También los nervios. Y, cómo no, las caídas.
Es habitual el temblar de los favoritos y sus equipos en el afán indestructible por ir bien colocados en uno de esos días que no se gana el Tour, pero que sí se puede perder. Una lanzadera como era el esprint bonificado, donde José Joaquín Rojas y el Movistar se emplearon para seguir manteniendo el maillot verde, hizo de embudo. Al parar los velocistas llegaron los demás, todos querían volver a colocarse y no había espacio para tantos. Cayeron primero Brajkovic y Gesink. Al del RadioShack se lo llevaron en camilla. El holandés, en cambio, se quejaba de la mano, pero agarró el manillar rápido y se subió a la bicicleta, no vaya a ser que la ambulancia le deje sin Tour. Nerviosismo instalado ya en el grueso del grupo mientras Iván Gutiérrez volvía a lucirse en fuga. Metros más adelante caía el dorsal número uno, el del mejor ciclista del mundo. Alberto Contador.
La imagen lo explicó todo. Desesperado, lanzó la bicicleta al suelo, maillot con rasponazos en la espalda y noventa kilómetros para el final. No le costó reincorporarse al pelotón a pesar del tan fulgurante como inexplicable cambio de ritmo del Garmin de Hushovd para que no lo hiciera. Buscaban llegar pronto a meta, al asfalto resguardado del mar que es Fréhel. Allí, Cavendish terminó por creerse que ganaba la etapa frente a Gilbert.
Mientras, Contador sigue mirando hacia adelante: «Cuanto más difícil se haga el Tour con más fuerzas hay que continuar. Me pondré hielo por todo el cuerpo y no pasaré una buena noche, pero volveré a tope».