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Gitanos

La Razón
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Son diferentes, qué duda cabe. Pero, seguramente, si cada uno de nosotros fuéramos capaces de encontrar nuestro «ser», y no lo que nos han dicho que «somos», todos seríamos distintos. Ellos, los gitanos, tienen su cultura: costumbres, ritos, tradiciones muy arraigadas y particulares. A mí no me gusta su exagerado machismo, por ejemplo, un mal también muy enraizado en otras culturas. En las últimas semanas han sido portada de los periódicos, probablemente a su pesar, debido a las expulsiones de gitanos de origen rumano ordenadas por el presidente francés Sarkozy. Unas expulsiones que han originado no pocas controversias, y que están reavivando, ya no sutilmente, esas manías racistas que casi todos llevamos dentro. Y eso es peligroso. No hay más que recordar cómo comenzaron ciertas monstruosidades históricas, como el nazismo, para dejarnos de tonterías y manipulaciones. En situaciones de vulnerabilidad social, cuando la gente anda a dos velas y llena de miedos, es mucho más fácil manejar sus peores pulsiones. Transmitir que otros, diferentes y por tanto peores, nos lo quitan. Nos quitan lo que a nosotros nos falta. Pero esto es una gran mentira del poder. No son los gitanos, ni los negros, ni los inmigrantes los que nos han llevado a esta situación de crisis. Son los que manejan el poder los que nos han arruinado. Los políticos, a la zaga, incapaces de encontrar salidas buscan chivos expiatorios, que siempre son los más desamparados. Por eso, debemos tener cuidado, no dejarnos contagiar de intolerancia. Un paso atrás en derechos humanos, ni para tomar impulso. Porque los humanos somos brutos hasta el acabose. Expertos en provocar tragedias por estupideces. Saber vivir en la diferencia y disfrutar con ella es el único camino.