Historia
Despertarse para aterrizar por Luis del Val
Vivimos en un país de escasos recursos, e incluso el agua que viene del cielo resulta insuficiente, y es bastante probable que este próximo verano nos toque apechar con las consecuencias de la sequía. A pesar de ello, parece que todavía se prolonga y perdura el sueño de una falsa prosperidad que nos ha dejado con unas pocas infraestructuras y una inmensa deuda que tendremos que pagar a lo largo de los próximos años. Spanair es uno más de los sueños imperiales, esos delirios de grandeza autonómica y municipal, pero quedan muchos, porque hay a lo largo del territorio español un buen número de diputaciones provinciales y de ayuntamientos y autonomías que subvencionan a las líneas aéreas privadas para que no hagan lo que tendrían que hacer sin la limosna: suprimir la línea. No son pocas las ciudades que, sin que sus ciudadanos lo sepan, pagan todos los días, y varios días a la semana, unas plazas que nadie ocupa. Y es que, en esta alucinación de grandeza, en este desvarío de poder ilusorio, no ha existido una ciudad que no haya levantado su universidad, o al menos un puñado de facultades, ni municipio importante que no haya aspirado a tener un aeropuerto propio. (Hay una ciudad española que posee un aeropuerto cuyos viajeros semanales son inferiores al número de empleados de la terminal). Todavía no hace mucho, las vías del AVE, que ya nunca se trazará, iban acompañadas de peticiones indignadas que pretendían convertir el AVE en una especie de autobús provincial que debería parar cada dos docenas de kilómetros.
Al despertarnos del sueño, hemos visto a más de cinco millones de compatriotas condenados a la terrible indignidad de no poder pagarse el pan nuestro de cada día, y casi millón y medio de hogares que sobreviven en las fronteras de la miseria encadenados a la caridad. Y, sin embargo, a pesar de todas estas evidencias tan terriblemente dolorosas, todavía perviven instituciones inútiles y empresas subvencionadas con el dinero de un contribuyente que cada vez escasea más y gana menos. ¿Cuántas Spanair quedan por el territorio? ¿Cuántas empresas públicas, semipúblicas y travestidas gastan un dinero que hace falta en sanidad, en educación y en atender a los viejos? Hay que despertarse para aterrizar y, sin embargo, todavía los hay que han entreabierto los ojos y, al contemplar la realidad, se han creído que era una pesadilla. Pero la realidad no se ahuyenta cerrando los ojos. La realidad se transforma –y ése ha sido el gran mérito de la historia de la humanidad– pero mirándola de frente, observando sus aristas para aterrizar sin darnos un gran batacazo. Hace casi dos mil cuatrocientos años, ya Aristóteles sentenciaba que «la única verdad es la realidad». Dispongámonos pues, a tomar tierra. Pero, claro, antes hay que despertarse.
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