Barcelona
La de Mónaco será una boda con anunciantes por Jesús MARIÑAS
Suponen una involución más que una evolución, los Grimaldi son genio y figura. Y si Rainiero fue el que primero insufló aires renovadores –vía Grace–, aquello no ha decaído, aunque ya no es sinónimo de esplendor, lujo o refinamiento como en la Belle Époque.
Las horteradas de Onassis, que si bien agrandó Mónaco robándole terreno al mar, llevaron a cierta decadencia común a toda la Costa Azul, que ya no es paraíso de la exquisitez como en los tiempos que sirvió de mullido y soleado refugio a exiliados cinco estrellas. Se parece a nuestra Marbella, ¡ay!. El Mónaco actual supone más lugar de paso que de afincamiento supercaro, aunque los precios sean prohibitivos. Todo está preparado, listo y ordenado ante el anhelado desposorio del príncipe Alberto con la nadadora Charlene, que en cierta manera recuerda lo ya vivido como revitalizante dinástico por Rainiero y Grace. ¡Qué tiempos aquellos! Si a su boda incomparecieron la mayoría de casas reales europeas, parece que la desbandada podría repetirse en la inminente ceremonia, donde habrá más vips del couché que delegaciones oficiales. España aún no sabe si estará encarnada en la Reina Sofía o delegarán en los Príncipes de Asturias, ya más que superada la metedura de pata del novio, cuando cuestionó nuestro país como sede deportiva dudando de las medidas de seguridad. Alberto nunca olvidó el agravio sufrido en Barcelona, en la noche olímpica inaugural en el Up&Down, cuando Dolly Fontana, su directora, le prohibió acceder en camiseta de manga corta. Lo tomó casi como una ofensa nacional. El enlace pondrá fin a décadas de rumores y supuestos acerca de la sexualidad del príncipe soberano, poco seguidor de las francachelas de su abuelo o señor padre. En eso hicieron historia, luego continuada por Carolina: los niños han salido a ella y podrían superar marcas. Sin rubor alguno, incluso alardeando, han difundido una relación oficial de las firmas que patrocinarán tal «bodón». Como lo están leyendo, no se cortan un ápice y consignan que los coches del cortejo serán BMW y Lexus, Montblanc la pluma con la que firmarán el contrato matrimonial y Perrier, el champán del obligado brindis con los 4.000 invitados. Listos, dispuestos y bien preparados para respaldar esas marcas han de estar las realezas que subirán a las 200 berlinas a su disposición, mientras los recién casados recorrerán las calles en un BMW. Cambiaremos el método, el estilo y el tratamiento para nuevas fórmulas comentadoras de eventos, tales que encabezaremos con un rompedor «boda subvencionada por...». Ya no podemos poner en la picota a los que alardean con la firma del modelo lucido o lanzando el local del banquete para difundirlo más. Aunque lo de firmar con pluma no deja de tener su aquel. Los hay con sino.
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