Actualidad
Diplomacia de custodia y rescate por José Javaloyes
Acabó la calma chicha en que ha estado sumida durante ocho años la diplomacia española sobre Argentina en particular y, en general, la atención del Gobierno español sobre el mundo iberoamericano. Fueron clamorosos en tal paréntesis los silencios, el mirar a otra parte y las omisiones ante el deslizamiento populista argentino; o cuando no, los errores políticos palmarios en el hemisferio hispánico. Como fue el caso de la crisis institucional hondureña dentro del síndrome global del chavismo, del que se derivó la advertida crisis de concurrencias en las Cumbres Iberoamericanas.
Como botón de muestra de ese cambio, definido por la reactivación de la defensa de los intereses españoles, como es propio de todas las diplomacias con los suyos, basta lo que acaba de suceder con el quite que ha hecho el Gobierno de Mariano Rajoy, al instar la mediación del Rey cerca de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, para que acabara el acoso político de que eran objeto las dos multinacionales energéticas españolas que operan allí: Repsol YPF y la eléctrica Endesa.
Una, la primera, amenazada de intervención por bajos rendimientos y supuesto incumplimiento de su marco operativo contractual, al no invertir supuestamente lo adecuado; y la otra, entre distintas presiones, como supuestas deficiencias en los suministros eléctrico, tras verse obligada, en términos poco menos que ruinosos, a diferir la traducción de los costes reales de generación a los precios de la electricidad. La intervención del Rey aportó las condiciones suficientes para que el ministro de Industria, José Manuel Soria, en su viaje a Buenos Aires, negociara con el Gobierno argentino la salida de los problemas.
Pero tan importante como el concreto hecho en sí de estos dos «socorros políticos», es el dato de que ese menester de dar cobertura a nuestras empresas en el exterior, principalmente en América por ser este escenario exterior el que más se aviene con nuestras capacidades y con la compartida Historia, lengua y cultura, resulta una práctica venturosamente restablecida con la «normalización» de nuestra política exterior.
Y digo lo de «normalización» porque de todos los capítulos en que se ordenan actividades de los Gobiernos, éste de la política exterior es, con el de la Defensa, el que más invariantes y continuidades reúne. En este contexto de las constantes diplomáticas y sintonías políticas rescatadas con Argentina, no estaría de más entrar en la consideración de que para el compartido problema colonial con el Reino Unido, los argentinos con las Malvinas y los españoles con Gibraltar, convendría explorar eventuales sinergias para nuestras dos políticas al respecto, por mucho que el desaparecido Leopoldo Calvo-Sotelo dijera cuando la guerra de 1981 que aquello era un asunto «distinto y distante».
Vale lo de distante por lo de alejado en el espacio, pero lo de distinto es enteramente inexacto. En ambas cosas concurren el expolio contra la integridad territorial de una nación, así como la trampa de interponer una población asalariada y extraña para que sufrague su fidelidad al ocupante.
José Javaloyes
✕
Accede a tu cuenta para comentar