Finlandia
Estrés infantil en la vuelta al cole
Fatiga, falta de apetito, molestias de estómago, irritabilidad, problemas para dormir... Si un menor experimenta estos síntomas el primer día de clase no significa que esté enfermo: como algunos adultos, puede padecer un síndrome postvacacional. El trabajo previo de los padres puede evitarlo.
Estos días, los chicos están nerviosos y duermen intranquilos. Tras casi tres meses de diversión, terminan otras maratonianas vacaciones. Y ahora, toca afrontar nueve meses enfocados, al menos en teoría, al estudio y aprendizaje. El hecho de estar inmersos en los libros de texto no es para muchos una perspectiva muy halagüeña, aunque en la mayoría de los casos pesa más el reencuentro con los amigos. Sin embargo, existe un porcentaje de niños para los que el regreso a las aulas puede suponer todo un trauma. En concreto, para el 10 por ciento de los menores, según estima Isabel Menéndez Benavente, psicóloga infantil y juvenil. Dicho de otro modo: hablamos de chicos que, al igual que les sucede a los adultos que durante estos días se han de reincorporar a sus respectivos trabajos, también sufren el conocido como síndrome postvacacional.
Controversia
«El síndrome postvacacional existe, no como trastorno, sino como conjunto de síntomas, al retornar a la rutina tras un largo periodo de vacaciones», afirma Menéndez Benavente, que rechaza las opiniones de expertos que, durante estos días, han afirmado que la llamada depresión postvacacional no existe por carecer de entidad clínica. O porque sus síntomas no se corresponden ni con los de una depresión ni con los de alguna otra enfermedad.
Fatiga, falta de apetito, molestias en el estómago, irritabilidad, problemas para conciliar el sueño... Los mismos síntomas que experimenta un adulto los puede padecer un menor. «Pueden sufrir este trauma temporalmente, aunque luego desaparece. Es normal que al principio no quieran ir al colegio, pero apenas uno o dos días. Si son dos o tres semanas es cuando nos tenemos que preocupar», dice la experta.
Pero, ¿qué maquina la mente de un niño para que se produzca semejante «fobia escolar» al comenzar el mes de septiembre? Para la psicóloga, «es síntoma de que existe otra causa subyacente»: que el niño haya sufrido acoso o «bullying» por parte de algún compañero de clase; que un profesor le haga la vida imposible en el aula; que tenga problemas de aprendizaje; o que goce de escasas habilidades sociales, sea demasiado tímido e inseguro, y esté muy apegado a su familia.
«Llega un momento en el que dicen: "No voy al cole". Y algunos niños se han llegado a pasar un mes vomitando», apunta la experta. Lo peor es que «es muy difícil sacarlos de esa fobia». Así, hay padres que han tenido que «recurrir al Ministerio de Educación para permitirles seguir con sus estudios en casa».
¿Existen soluciones a corto plazo? «En algunos centros», afirma la psicóloga, «dejan a las madres que acompañen un poco a los niños, sólo al principio, permitiendo una adaptación progresiva». Mientras, en otros centros «los meten a empujones en clase».
«La Logse nos habla de atención individualizada. Pero no hay nada de eso. Los niños van todos igual a clase, como soldados», sostiene Menéndez Benavente. Y deja una reflexión: «En Finlandia, los profesores con mejor currículum son los que imparten clase en Infantil y Primaria, pues se consideran las franjas de edad más sensibles. Sin embargo, aquí ocurre lo contrario».
Más casos en Primaria
Precisamente, la etapa donde en mayor medida puede verse este síndrome, versión infantil, es durante los años de Primaria. «Entre los 10 y los 14 años hay menos posibilidad de que sufran los síntomas, al ser niños más independientes. Sin embargo, en los primeros cursos de Primaria les cuesta más trabajo».
Para el doctor Paulino Castells, especialista en psiquiatría, pediatría y neurología, «la ansiedad que experimentan algunos niños no es más que el fruto de haber absorbido la ansiedad de sus padres». Y es que, los progenitores «están preocupados y ansiosos ante la perspectiva de que no puedan controlar ese nuevo ambiente que les va a mantener despegados de sus hijos».
Eso sí, Castells señala que estas situaciones son menos frecuentes en «familias numerosas, con niños más desprendidos». Así, el principal consejo que el psiquiatra traslada a los padres es que «no transmitan su angustia y ansiedad» a sus vástagos.
Imitar a los padres
Un aspecto similar señala Menéndez Benavente. «Si ves a tus padres quejándose durante seis días antes de empezar a trabajar, y además con bajo estado de ánimo, unas veces por imitación, los niños empezarán a creer que el mundo se acaba, desarrollando así ansiedad, pesimismo y agresividad», asegura.
Estos problemas pueden prevenirse. Como recuerda Paulino Castells, los padres deben «resaltar a los niños los aspectos más positivos de volver a clase», como lo bien que se lo van a pasar al reencontrarse con sus amigos.
Por su parte, la psicóloga considera aconsejable que los progenitores «vayan llevando a cabo una adaptación durante el periodo estacional, bañándoles y mandándolos a la cama» según los nuevos horarios escolares, de tal forma que los pequeños terminen «biológicamente adaptados». Parece la única forma para que los niños afronten el poco apetecible –pero inevitable y necesario– regreso a las aulas con las máximas garantías.
Direcciones útiles
Clínica de psicología de Isabel Menéndez
Página web: www.isabelmenendez.com
Clínica Universidad de Navarra
Página web:
www.cun.es. Sección: «Cuidados en casa»
✕
Accede a tu cuenta para comentar