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Las tradiciones por Marina Castaño

La Razón
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Hay quienes dicen que las tradiciones están para romperlas y otros sostienen que han de perdurar en el tiempo por generaciones. Soy más de la segunda opinión aunque de vez en cuando me encante hacerlo saltar todo por los aires y comenzar de nuevo. Me gusta estar con los amigos de siempre y en ocasiones señaladas mantener y cultivar las costumbres como la de hoy, juntándonos un grupo de 20, siempre en casa del mismo, que nos acoge generosamente, y nos da de comer y de beber de forma exquisita y abundante, mientras en una pantalla de buen tamaño van saliendo los datos del recuento de votos. Han sido varias las ocasiones en que hemos podido celebrar la fiesta de la democracia de la misma manera, unas veces con más alegría que otras. Recuerdo las elecciones de 1989, que se celebraron el 29 de octubre, diez días más tarde de que la Academia Sueca anunciara que el Nobel de Literatura de aquel año había recaído sobre mi marido Camilo José. En aquel momento vivíamos en el campo y también hicimos la reunión en nuestra casa, para ver con toda decepción que Felipe González y su banda habían ganado de nuevo las elecciones, quedando a 1 escaño para la mayoría absoluta, pese a los escándalos de Juan Guerra, las escuchas del Cesid, el caso Palomino o los Gal. Llevaban desde el 82 en el Gobierno y los bolsillos de todos ellos estaban repletos. Aun así, el electorado les siguió votando: había mucho voto comprado, claro, y los escándalos seguirían sucediéndose: los fondos de reptiles, el caso Ibercorp, Filesa… hasta el mismísimo gobernador del banco de España dio con sus huesos en la cárcel. Todos recordamos a un Mariano Rubio ninguneado por quienes antes eran sus costaleros. En fin, todo eso es historia lamentable de una etapa que no debería repetirse. Hoy votamos, yo creo que con más sentido común. La experiencia es un grado.