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Meridional y Berkoff un matrimonio feliz

Autor: Steven Berkoff. Dramaturgia: Julio Salvatierra. Director: Álvaro Lavín. Reparto: Álvaro Lavín, Elvira Cuadrupani, Chani Martín, Eugenio Villota, Mariano Llorente, Resu Morales. Sala Cuarta Pared. Madrid.

Meridional y Berkoff un matrimonio feliz
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Los Frank y Donna de «Kvetch», título que la compañía Meridional transforma en «Una comedia americana (contra la ansiedad)», recuerdan a los televisivos Roper o a los Bundy de «Matrimonio con hijos». Quizá, como dramaturgo británico que es, Steven Berkoff, también director, actor y «villano» de culto, pensara en los primeros. Pero Meridional se ha llevado su demolición de la clase media baja del «thatcherismo» al reverso casposo del «american way of life». Y funciona: su infelicidad se alimenta de la misma cultura basura que en cualquier barriada de EE UU. La diferencia es que lo que a los Bundy les llevaba interminables temporadas de diálogos zafios mascados como chicles, Berkoff lo resume en una cena catártica, con amigo invitado y suegra ventoseante –se le va algo la mano al montaje con la escatología, pero lo hace con mucha gracia...–, que hará temblar los cimientos familiares y los diafragmas del respetable. Aquí las risas no son de lata, sino genuinas.

«Kvetch» –en argot judío-americano viene a definir cierta ansiedad, y es un verbo intraducible, algo así como no parar de angustiarse–, es un texto deslenguado e irreverente de 1986 en el que la miseria familiar y la insatisfacción sexual resultan hilarantes, y no patéticas, gracias al continuo uso de eso que en la escena española se llama el «aparte»: mientras los personajes cenan y se sonríen, compartimos sus pensamientos, todo hartazgo y deseos inconfesables. Y Julio Salvatierra, dramaturgo, y Álvaro Lavín, director, dominan este dialecto –lo hicieron con soltura en «Todo es enredos de amor»– que marca la función con una redonda hilaridad gracias al ritmazo y coordinación que ya habían demostrado en «Cyrano».

Pelucones y bigotes
La compañía, alejada de la sensibilidad que ha marcado su trayectoria –poco hay aquí de «Miguel Hernández», que puede verse este mes también en este ciclo, o de «Dionisio Guerra»–, se suelta la melena en una producción de humorística estética ochentera, con pelucones, bigotes, camisas de vendedor y americanas chillonas, que a veces se deja llevar por el disparate bufo. Pero la química entre el quinteto puede con todo: Lavín y Elvira Cuadrupani están en estado de gracia como polos que se rechazan y se fulminan con cada mirada, y Chani Martín es un neurasténico divertidísimo. Los acompañan el prototípico hombre de negocios de un gran Mariano Llorente y la suegra de Resu Morales. Juntos nos recuerdan que, además de poetas, Lavín, Salvatierra y compañía son cómicos de primera.