Belleza
La cara de «El Cuco»
Es difícil de entender. En plena era de la imagen llevamos dos años hablando de un maldito nombre, «El Cuco», sin conocer su rostro, sus facciones, su mirada. Hemos visto a Marta del Castillo vestida de fiesta, de calle, riendo, con el gesto serio, con el pelo suelto y recogido. Hemos visto a sus padres, a sus amigos, a su abuelo; conocemos su casa, su habitación, su portal. Lo hemos visto todo de la víctima y nada de uno de sus presuntos verdugos. Le protege la Ley del Menor. Marta también era menor, como lo son aquellos –amén de los adultos– que pueden llegar a cruzarse en un futuro con este elemento. SÓlo le faltaba a esta ley ser discriminatoria y, por lo visto, lo es.
Un menor indeseable tiene más derechos que otro normal y corriente. Lo vivimos con Sandra Palo, cuando nos llevó tiempo conocer el rostro de su asesino, un anonimato que le facilitó cometer todo tipo de fechorías. Los medios de comunicación están llenos de fotografías de menores asesinados pero no muestran ninguna de los presuntos asesinos como mucho, aparece alguna imagen pixelada o sombreada. En el caso de «El Cuco» conocemos su letra, su obsesión por Marta, su poca vergüenza, su ausencia de humanidad y conciencia. Incluso hemos visto a sus padres escondiéndose bajo pasamontañas y trapos, pero su rostro es un misterio. Hay que tener mucha cara para comportarse como lo está haciendo este menor. Quizá convendría vérsela para que podamos defendernos de él si tenemos la mala fortuna de encontrárnoslo.
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