Historia

Comunidad de Madrid

María Antonieta Garrote

La Razón
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Es conocida la anécdota que refiere cómo, en medio de una terrible hambruna que asolaba Francia y que estaba causando la muerte por inanición de centenares de personas, le contaron a la reina María Antonieta los angustiosos sufrimientos por los que atravesaban las gentes. Como resumen de la desgraciada situación, algunos cortesanos acabaron diciendo a la reina: «Majestad, el pueblo no tiene pan». María Antonieta, sin percatarse de la trascendencia de lo que acababan de informarle, exclamó: «¿No tienen pan? ¡Pues que coman pasteles!». El comentario, frívolo e irresponsable, de la reina se ha convertido en paradigma de la inconsciencia, en ocasiones criminal, de las clases privilegiadas. Ante el dolor ajeno, no se detienen a reflexionar en el sufrimiento del prójimo sino que juzgan todo desde la perspectiva de aquel que se encuentra en una situación especialmente favorecida donde las carencias sencillamente no existen. Quizá este tipo de sujetos no pretende causar el mal, pero su desprecio irresponsable hacia la terrible desgracia ajena constituye un insulto escupido sobre el rostro de los necesitados y, por encima de todo, denota una falta de compasión y de humanidad realmente sobrecogedora. Me he acordado de este triste episodio al saber que Martu Garrote, secretaria de Políticas Autonómicas de la Agrupación Socialista de Chamartín, asesora jurídica técnica en UGT Confederal y vocal vecino del distrito de Chamartín, además de persona muy cercana a Tomás Gómez, ha calificado, en una red social, a los discapacitados y necesitados de la Comunidad de Madrid de «mendigos, pordioseros, tullidos y colipoterras». Me cuentan que además poco antes, la señorita –o señora– Garrote había indicado a un político que le lamiera su «lindo culo» y que se había dirigido a Fernández Lasquetty, consejero de Sanidad de Madrid, con una serie de sustantivos mal acentuados como «pocimas» (sic). Resulta lamentable, pero aún más lo es ese notable desprecio que se desprende del comentario de Martu Garrote hacia aquellos que no tienen la fortuna de pertenecer a su casta privilegiada. Se puede estar o no de acuerdo con la existencia de una Consejería de Asuntos Sociales, pero lo que resulta verdaderamente intolerable es que se califique a los ciudadanos que reciben servicios de esa Consejería como «pordioseros, mendigos, tullidos y colipoterras». Como la necia María Antonieta, Martu Guerrero parece creer que el pueblo si pasa hambre es porque no come los pasteles de los que ella dispone sin tasa. Su conducta, carente de humanidad, es precisamente la que abre el camino a los estallidos sociales provocados no por liberados sindicales o universitarios vagos reunidos en plazas públicas sino por aquellos que contemplan cómo los privilegiados se hartan mientras ellos pasan hambre. Nada más lejos de mi ánimo que desear el cadalso para Martu Guerrero, pero su dimisión ya va con retraso.