Sevilla
Dócil miseria por Lucas Haurie
Con el treinta por ciento de paro, un tejido industrial inexistente, la pequeña empresa depauperada, los profesionales de la política absorbidos por sus miserias y un ejército de (presumibles) trabajadores públicos devenido en la más voraz de las clases pasivas, no extraña que un premio de lotería que ha repartido menos de veinte millones en las provincias de Córdoba y Sevilla se constituya en noticia de apertura. Es calderilla macroeconómica. Para que nos entendamos, el dinero que se fuman en dos semanas los listos de la otrora cooperación internacional de la Junta, hoy agencia de colocación de militantes de Izquierda Unida. Pero así está Andalucía después de tres décadas de socialismo: paralizada por concursos de coplistas televisados y a cinco minutos de que abran los telediarios las colas en la beneficencia de las monjitas de San Vicente de Paúl, dicho sea en homenaje extemporáneo a Frank McCourt. A los pobres de solemnidad les reconforta la visión de uno de los suyos dando brincos con un boleto premiado. Mero espejismo para quien prefiere anhelar un improbable golpe de fortuna antes que arremangarse para mejorar su destino. Así de dóciles nos quiere el poder, alimentando sueños imposibles, humillantemente agradecidos por la gracia de un plato de comida o un puesto de trabajo precario y, cuando toque, votando por opciones perfectamente intercambiables. Ahora se ponen a impedir desahucios como si no hubieran tenido nada que ver en la merienda de negros de las cajas de ahorros.
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