Ibiza

La vigilada macrofiesta termina sin incidentes

Más de 7.000 amantes de la música eléctronica se reúnen en Valencia

Los jóvenes apuraron hasta último momento la fiesta.
Los jóvenes apuraron hasta último momento la fiesta.larazon

VALENCIA- Pies y rostros cansados con expresión de hambre canina y a la caza de un cigarrillo que echarse a los labios. Los asistentes al festival Black Lotus que aguantaron hasta el final caminaban a las ocho y media de la mañana hacia la puerta. Lo hacían de manera ordenada, sin gritos y sin violencia. «¿Veis? No ha pasado nada». Los jóvenes, muy jóvenes, reivindicaban su derecho a la diversión sin más tutela que su sentido común. Tras el trágico episodio del Madrid Arena, donde fallecieron cuatro chicas, en la mente de todos estaba la posibilidad de que la desgracia se repitiera en Valencia. La extrema seguridad (160 agentes de policía, 50 guardias privados y la inspección previa de la Conselleria de Gobernación), un espacio que no se llegó a llenar (acudieron 7.000 de las 9.000 personas previstas) y la cordura hicieron que el evento transcurriera sin incidentes.

Amanecía en Valencia y sobre la pista del pabellón número cinco de la Feria aún bailaban 3.000 amantes de la música electrónica menos comercial. Exhaustos tras quince horas de «darlo todo». Daba fe del polifónico éxtasis vivido María, una agente de viajes de 25 años. «Yo vengo por la música y por los que pinchan». Ella es asidua a este tipo de festivales a los que arrastra sin gran esfuerzo a Cristina, Mónica y Abel. «A Rafa le sobraban ganas de seguir la juerga. Es de Ibiza, pero estudia en Valencia, de donde es Inmaculada que, junto a él, sostiene una copa. La octava, confiesa reticente. Llegaron en coche, pero optarán por el taxi para la vuelta. No quieren arriesgarse a una multa o a un accidente. Lo tendrán fácil, pues a esa hora una treintena de luces verdes aguardan clientes en la puerta principal. Para ellos la noche no ha ido mal, aunque algunos de los conductores lamentaban el exceso de competencia.

A medida que salía el sol se despejaban las dudas que aún pudiera haber y se confirmaba el éxito organizativo de la cita. La única amenaza era la de la lluvia. «La seguridad ha sido bestial. Han mirado todos los bolsos y mochilas, pero era lo que tenían que hacer», argumentaba Inmaculada. «Y las puertas de emergencia (una docena) han estado abiertas, así que podías salirte a fumar sin problemas», ampliaba Rafa dando sorbos a su vaso - «Nada caro. Seis euros por consumición»-. De esos bolsos y mochilas se requisaron centenares de bebidas, que supuso el 95 por ciento del material incautado , según confirmó Javier Martínez Vercher, coordinador de Seguridad del Black Lotus Festival.

El cierre se aproximaba y Euri, sobre una mesa en un rincón de la guardarropía, daba buena cuenta de un admirable bocadillo de fiambre. Hasta apenas unos minutos antes había estado sirviendo copas, como Rocío, que todavía aguantaba de pie. «Lo que más han bebido han sido cervezas. Y es que en un evento como este empiezas a beber güisqui y eso y no aguantas hasta el final. Así que la gente se controla».

Son ya las ocho de la mañana y veinticinco minutos. La música se detiene y se escuchan los silbidos de los que quieren más. No hay negociación que valga. La empresa organizadora, la discoteca Qoqoa de Sueca, lo tiene claro. Es hora de irse a casa. O donde le pida a uno el cuerpo. Esos cuerpos que ahora suben la cuesta de Feria Valencia de manera ordenada. Posando ante las cámaras unos, cruzando los dedos para no ser reconocidos por sus padres, otros. «¿Veis? No ha pasado nada. Contad eso».