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Un suicida de Al Qaida provoca una matanza en Marraquech

«Sentimos una enorme explosión, mucho humo y montones de escombros salieron volando». El testimonio de una turista británica da idea del salvaje atentado perpetrado ayer contra el emblemático café Argana, en la concurrida plaza de Yemá el Fna de Marraquech, siempre abarrotada de extranjeros.

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El ataque señala a los terroristas más radicales que operan en Marruecos, los salafistas –agrupados en bandas como el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate–, o lo que es lo mismo: Al Qaida. En el atentado, cometido por un terrorista suicida en torno al mediodía, murieron 16 personas y otras dos decenas resultaron heridas. La televisión estatal 2M aseguró, citando fuentes oficiales, que cinco marroquíes, seis franceses y otros cinco extranjeros cuya nacionalidad no reveló, figuran entre las víctimas mortales. El Ministerio de Exteriores español informó de que «no se tenían indicios de que hubiera españoles entre las víctimas».

A pesar de que todavía no hay ninguna confirmación oficial sobre su autoría, el ataque va claramente dirigido, según fuentes diplomáticas consultadas por LA RAZÓN, a descarrillar el proceso de cambios que ha puesto en marcha el reino alauí desde el 20 de febrero, cuando miles de personas reclamaron en las principales ciudades reformas constitucionales para avanzar hacia una verdadera democracia.

Aunque el primer efecto inmediato del atentado lo sufrirá el turismo, una de las principales fuentes de divisas del país –Marraquech es la ciudad que más visitantes recibe, con el 20% del total–, la consecuencia más importante puede ser un retroceso en el proceso de apertura, iniciado por el rey Mohamed VI con la formación de una comisión que está revisando la Constitución y con la excarcelación de un centenar de presos políticos. «El Gobierno no va a dar marcha atrás en el proceso», señalaron ayer fuentes marroquíes a este diario, «pero sí que tendrá que ser más severo, por ejemplo, en cuanto a las excarcelaciones de presos que tenía previsto realizar».

El atentado se produce en un momento crítico para el Gobierno de Rabat, que está logrando a duras penas esquivar los conflictos sociales. Sin embargo, este «resurgimiento» del terrorismo yihadista en Marruecos, que ha tenido pocos incidentes de este tipo a lo largo de su historia, puede acabar frustrando un proceso de reformas pacífico y desestabilizando un país clave a las puertas de Europa.

Y ello con el telón de fondo de las manifestaciones pacíficas que exigen cambios democráticos y que tiene prevista una manifestación este domingo. Las manifestaciones convocadas por los jóvenes del 20 de febrero nada tienen que ver con los intentos de los terroristas por crear el caos en el país, pero muy probablemente se verán afectadas por un ataque que ha conmocionado a una sociedad, la marroquí, que sólo reclama más libertad, no conflicto.