Afganistán
Rubalcaba extiende su «mando» a Afganistán
El omnipresente vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, pisó ayer por primera vez Afganistán, dejando atrás una España en Estado de Alarma. Pero tenía desde hace tiempo pendiente el viaje, incluso antes de que fuera nombrado mano derecha de Zapatero y asumiera el control del Gobierno. Lo tenía pendiente desde que aquí cayeron dos guardias civiles, el capitán José María Galera y el alférez Abraham Bravo, en agosto. Desde entonces, el que era «sólo» ministro del Interior quería visitar a los 45 agentes que junto a los 1.400 soldados del Ejército sirven en una misión que calificó de «importante y difícil».
Acompañado de la cúpula de la Guardia Civil, del jefe de Estado Mayor de la Defensa, José Julio Rodríguez, y del secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, aterrizó en Herat a primera hora y desayunó con el contingente. Les dijo que forman una unidad «de hombres orgullosos de ser lo que son», y reconoció que es «durísimo estar fuera de España, trabajar lejos de la familia».
Las tropas desplegadas en Afganistán, pertenecientes a la Brigada Ligera Aerotransportable, llegaron hace escasos días para relevar a la Brigada Paracaidista y estos primeros compases de su misión están siendo «tranquilos», admiten. Pese a repetirse el esquema de hostigamientos y acoso, especialmente en los puestos avanzados de Muqur y Ludina, la intensidad ha bajado respecto al periodo estival, reconocen algunos mandos. La presión ejercida desde los puestos avanzados está haciendo retroceder al enemigo, lo que da más margen para avanzar tanto en la reconstrucción como en la formación del Ejército y la Policía afganos. Precisamente, el primer batallón instruido ya actúa en Muqur.
El vicepresidente habló con los soldados y guardias civiles, visitó el hospital y uno de los aviones no tripulados que vigilan desde el aire. Allí se encontró con un lema que su ex compañero de gabinete José Bono retiró de la academia de suboficiales de Talarn, en Lérida. Un «A España servir hasta morir» más modesto que el de la montaña catalana pero tan rotundo como aquel, más aún en Afganistán, la misión con más bajas, 94.
Antes de partir les transmitió el «orgullo» y el «cariño» de Su Majestad el Rey y aseguró que «si os sentís orgullosos de lo que hacéis, nosotros estamos orgullosos». Desde Herat voló hasta Qala-i-Now, donde está el grueso de las tropas, con unos 900 efectivos, y lugar del último ataque mortal, el de dos guardias civiles. Nada más aterrizar, exigió al gobernador de la provincia de Badghis que «apretara» para que los implicados en el ataque estén ante la Justicia.
Durante el brindis previo al almuerzo, el vicepresidente no se salió del guión de todas las visitas a las tropas: las obligadas y necesarias palabras de cariño y reconocimiento y el tradicional «por el Rey». Recordó que el presidente del Gobierno le dijo que iba a ver «lo buenos que son los españoles que están ahí», algo que confirmó y fue más allá hasta ensalzar que las tropas realizan su misión «más allá del cumplimiento del deber», hasta entregar la vida. Además, contestó a quienes se preguntan qué hacen los soldados: «La seguridad de Afganistán es la nuestra, la libertad de los afganos es también de los españoles». Aunque insistió en la idea de Zapatero de que «no hemos venido para quedarnos», sí dejó claro que el objetivo es impedir que «cuando nos vayamos este país vuelva a exportar odio y terror».
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