Cine

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Contracultura ibérica

La Razón
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A l final, como un torrente de caudal desbordado, viene otro año Santiago Segura a salvar las cifras del cine español levantando el vuelo de la falda de la ministra para cuando venga la hora de hacer cuentas y estar otra vez con el culo al aire. El taquillazo ha caído de pleno en unos días en los que han pasado tantas cosas en un mundo embarullado que al final, lo único que parece haber pasado es Torrente.

Más allá se abre el debate de si el fenómeno es más allá que película por formato, cine por naturaleza. Su propio director bien embebido en las claves de internet desconfiaba de la afluencia del público a las salas introduciendo algunos adornos en 3D, sobrantes cuando se cuenta con un instinto criminal para la autopromoción salvaje multiplicada a la infinitésima potencia. Lo que lleva a volver al cine en pandilla en desfocile gamberro, en la exaltación de una catarsis de liberación a grueso modo en el patio de butacas. Ante la eficacia de la ventosidad inspirada, ¿a alguien se le ha perdido por ahí una cuota de pantalla? Sólo queda contemplar con la admiración boquiabierta del pazgüato el milagro del regüeldo batiendo récords de recaudación.

Segura ha creído siempre con fe ciega en su criatura como proyecto y transgresión del cine español culturalista y vano, combatiendo la caspa intelectual con caspa popular y folclore contumaz sin cortapisas y ha logrado el éxito con su realismo sucio de humor procaz que tanto gusta y triunfa.

Consciente del adefesio

Quizá su única espina sea que en el fondo, más allá de cinismos reparadores, siempre haya tenido una ambición por encima de la pecuniaria, que vendría de su condición de erudito y cinéfilo de pro que no esconde (¡si hasta le hace un homenaje a Almodóvar con un ballet en patio de cárcel y todo!), y éste es el paso que separa el distanciamiento del freak, al friqui directo, el esperpento consciente del adefesio mediático y la condición de artista alternativo derivada a artífice de calendario de chistes. Es muy posible que este Torrentazo, ¡ojo, sin ser el último! sea el último que veamos en las salas, pero lo que cuenta es si hay algo más en el sumidero del destino que nos lleva. Vamos, que sería un buen momento para ver cuál es el estado de la contracultura ibérica en nuestro país, si es que realmente existe.