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María Iglesias / Periodista y Escritora: «Nuestros bisabuelos tienen más que ver con nosotros que nuestros abuelos»

«España se jodió cuando se derogó la Constitución de 1812 de Cádiz»
«España se jodió cuando se derogó la Constitución de 1812 de Cádiz»larazon

La presencia de los montañeses que llegaron a Andalucía se ha contado en varias ocasiones como el ejemplo de una generación que vino del norte y se convirtió en uno de los pocos ejemplos de inmigración de españoles en la comunidad. Lo hicieron con la intención de mejorar y escalar socialmente. La mayoría, sobre el frío mármol de sus establecimientos tan populares en Cádiz y Sevilla. María Iglesias (Sevilla, 1976) ha contado la historia de uno de ellos, quien a finales del siglo XIX logró salvar la miseria de una carbonería para alcanzar su sueño de legalidad y justicia en «Lazos de humo» (Temas de hoy).

–¿Cómo se le ocurrió escribir una novela en estos tiempos de crisis?
–La verdad es que se trata de un proyecto que me ha acompañado siempre. Desde muy adolescente conocía los trazos de la historia de un antepasado que vino desde la montaña para buscarse una vida mejor en Andalucía. Comencé a escribirla, un poco abrumada por la responsabilidad que tenía la historia, hace cuatro años, por lo que no podía saber que iba a venir esta crisis.

–Usted es periodista. ¿Se ha podido sustraer de la inmediatez propia de esta profesión o ha trabajado con el sosiego propio de los novelistas tradicionales?
–La experiencia de haber sido periodista durante catorce años me ha permitido tener la osadía de que una vez que tienes toda la información puedes ponerte a escribir lo que sea. No me puse un plazo de partida, pero sí es cierto que terminé el primer borrador en dos años.

–Parece que hay una nueva hornada de escritoras que están teniendo mucho éxito. ¿Se ve representada en ella o cree que sólo es una coincidencia de género?
–Entiendo que mujeres productivas e intelectuales las ha habido siempre tanto a nivel nacional como internacional. Ahora hay muchas escritoras que tienen el favor del público e incluso de la crítica, pero aún me parece que somos pocas en relación a la masa lectora, que mayoritariamente la forman mujeres, respecto a la cantidad de libros que se reseñan. Esto sucede porque la mayoría de los críticos son hombres. Creo que hay que olvidarse de si nosotras somos mujeres o no y dedicarse disfrutar.

–¿La literatura no tiene nada que ver con los sexos verdad?
–Yo al menos lo tengo clarísimo. Al final del libro hago referencia a una serie de autores que para mí han sido mis maestros y hay muchísimos hombres. No hay que ser simplistas y transmitir cierto roles y prejuicios. Creo que la obra tiene, en mi caso, más trascendencia que la autora.

–Realizó su tesis doctoral sobre la obra de Marío Vargas Llosa. En «Conversación en La Catredral», al comienzo, el protagonista se pregunta «En qué momento se jodió el Perú» ¿Se ha preguntado lo mismo sobre España?
–Vargas Llosa es mi referente y es de justicia reconocerlo. De hecho, hay un homenaje en «Lazos de humo» a esta obra. En relación a la novela, España se jodió cuando la Constitución de 1812 fue revocada. Nosotros rechazamos ese sistema, pero luego hemos tenido varias ocasiones de mejorar, como en la Restauración borbónica, pero todas se fueron al traste. Creo que hay un vínculo con la situación que vivimos en la actualidad. A nuestra generación se nos dijo que íbamos a ser los más preparados y ahora engrosamos las listas de «mileuristas» o las del paro.

–La novela refleja muy bien el ambiente finisecular que se vivía en Cádiz.
–Tiene un trabajo de investigación muy grande, pero también hay mucho juego de ficción, verosímil, que permite conocer un poco cómo era el Cádiz de ese momento. Además, traté de plasmar mis preocupaciones actuales, algo que me cuentan los lectores que les pasa cuando la leen. No quise plasmar el XIX con el ruido del can-can, los trajes largos y todo eso. Me interesa mucho esa idea de modernidad porque creo que nuestros bisabuelos tienen más que ver con nosotros que nuestros abuelos: leían más, viajaban más a otros lugares y estaban más preparados que sus hijos.

–Los montañeses comparten su destino y establecimiento en Sevilla y Cádiz.
–Sí, muchos vinieron a esta zona para buscarse un futuro mejor. En la obra también hay un canto de amor a Sevilla, aunque también una crítica a la manera de ser de los sevillanos, que en muchos aspectos somos muy cerrados.

–En el libro cuenta cómo el hijo de un carbonero se convierte en abogado. ¿Cree que eso sería posible en la actualidad?
–La verdad es que tengo serias dudas de que alguien como Germán (el protagonista) pudiera convertirse en abogado y saliera indemne de la batalla posterior que tiene, respecto a ser fiel a sus principios y mantenerse firme ante las imposiciones que le vienen encima, en la España actual.

–En ese tránsito que sufre el protagonista de una ciudad a otra también se produce un cambio. Sevilla y Cádiz tienen mucho en común pero son muy distintas.
–Está claro que ambas tienen mucho en común, pero también comparten vínculos por esa inmigración de de la que hablábamos. Entre otras cosas el ser puerto de mar, que Cádiz recibió de Sevilla a comienzos del siglo XVIII. En la primera está su etapa de niño, ya que llega a una ciudad portuaria y termendamente moderna desde una pequeña aldea cántabra, mientras que Sevilla supone la madurez en todos los sentidos: profesional y sentimental.

–En la portada escribe que el siglo XX no será «el de los ricos, no el de los fuertes, sino el de los preparados e inteligentes». André Malreaux aseguró que «el siglo XXI será religioso o no será» ¿Está de acuerdo?
–Me gustaría que fuera de integridad y de fraternidad. De los tres ideales de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, ésta última pata es la que más pudor nos da. Hemos dejado de creer en el hombre bueno de Machado y ahora somos unos cínicos para jugar al juego social.