Campaña electoral

Confianza frente a fracaso

La Razón
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Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba protagonizarán hoy el quinto cara a cara de la democracia entre dos candidatos a la presidencia del Gobierno. España cuenta con poca experiencia y una tradición limitada en este tipo de debates que son de uso y costumbre en las principales democracias del mundo. Desde ese punto de vista, la cita constituye un síntoma positivo de normalidad en un régimen de partidos que debe ser ponderado como merece. La previsible audiencia millonaria podrá enterarse de primera mano de los proyectos de los dos principales candidatos para dirigir el país en una encrucijada histórica, y esa circunstancia resulta siempre saludable. Para aquellos que pueden echar en falta algún debate más, sólo un dato: el PP ofreció encuentros en las dos principales televisiones privadas de la nación y el PSOE rechazó esa opción. El equipo electoral socialista sabrá por qué. Los candidatos llegan a este momento en situación muy distinta y con ánimo también opuesto. Rajoy lo hace con las encuestas de su parte y, lo que es más trascendente, con el aval de una notable y rigurosa trayectoria y un programa político y económico solvente para sacar a España de la crisis. Rubalcaba se presenta con el pesado lastre a cuestas de sus años como dirigente principal en el probable peor Gobierno de la democracia, y responsable de una herencia muy negativa. La precampaña y la campaña se están moviendo con esos condicionantes y bajo la incapacidad notoria del candidato del PSOE no ya para remontar, sino para frenar la caída de un partido desmotivado y sin pulso. Recurrir a las antiguas glorias, como Felipe González o Alfonso Guerra, y a los más rancios tics de las campañas de finales del siglo pasado, con una apuesta clara por la bronca, es, en realidad, una prueba de fragilidad e incapacidad de dar con el resorte adecuado para reactivar sus opciones. En esa coyuntura, el debate es, tal vez, la última oportunidad de Rubalcaba para conectar y movilizar a una parte del electorado de izquierdas que se ha desmarcado y que no confía en un PSOE sin identidad. El candidato socialista tendrá que ponerse manos a la obra precisamente en lo que no ha hecho hasta ahora: hablar de sus propuestas y ejercer como representante del partido en el Gobierno. La otra alternativa para el debate es continuar como hasta ahora y limitarse únicamente a atacar a la oposición. Los españoles, en cambio, esperan conocer recetas que han permanecido ocultas, tal vez porque ni siquiera existen. Para Mariano Rajoy, la cita de hoy es una oportunidad de consolidar una mayoría suficiente para gobernar que será muy necesaria ante los ingentes retos que le esperan al Gobierno del cambio. El presidente del PP ha generado confianza en un país que necesita y demanda liderazgo y un proyecto nacional. España asistirá hoy a la confrontación entre el político que encarna un proyecto para la recuperación y la esperanza, que ya contribuyó al éxito de los gobiernos de Aznar en circunstancias también graves, y el protagonista del Ejecutivo de los cinco millones de parados, responsable de una crisis institucional, política y moral muy seria. Ésa es la elección.