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Por la creatividad

La Razón
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Algo está cambiando en Europa en lo referente a la defensa de la propiedad intelectual y su relación con internet, y en concreto con el derecho de autor de obras literarias y artísticas –obras de teatro, películas, obras musicales, obras de arte, etc–. Con la aparición de la red y las nuevas tecnologías se ha generado un marco de excesiva contienda entre el respeto de aquellos derechos y el uso libre de este nuevo escenario tecnológico. Hoy en día los sistemas denominados P2P, a través de una relación legal como es el compartir archivos entre los usuarios de la red, permiten millones de descargas de obras protegidas por la Ley. La reciente sentencia europea sobre el mal llamado canon digital se enmarca en este difícil equilibrio, que para algunos se antoja imposible. La resolución viene a sancionar que la aplicación del canon digital en España es indiscriminada y no es conforme al Derecho Europeo porque no puede aplicarse el canon a todos los aparatos y soportes de reproducción digital, sino sólo a aquellos que pueda suponerse que causarán un perjuicio a los autores protegidos al adquiriros. Profesionales, empresas e instituciones públicas quedan excluidas del pago del canon, posibilitando todavía más excepciones. Hoy está tan evolucionado el modelo de negocio que hace que conceptos jurídicos como el de copia privada estén desapareciendo. El «streaming» se está imponiendo en internet. Consiste en la distribución de un audio o vídeo por internet sin interrupción; el usuario puede escucharlo o verlo en el momento que quiera. Este tipo de tecnología permite que se almacenen en un búfer lo que se va a escuchar o ver, haciendo posible escuchar música o ver vídeos sin necesidad de ser descargados previamente. Pero dicho esto, tenemos que tener claro que debemos seguir apostando por la creatividad, no podemos permitir que estos nuevos modelos de negocio se conviertan en los exterminadores de la creación. Recientemente en Suecia ha entrado en vigor una ley contra la piratería que permite «desenmascarar» al ciberpirata que comparte archivos en la web a través del P2P y autoriza al titular de los derechos de propiedad intelectual de una obra a recurrir a un tribunal en caso de que detecte que está siendo pirateada. El juez obligará al proveedor del servicio a desvelar la identidad oculta tras una dirección IP desde la que se han compartido archivos, permitiendo al afectado reclamar una indemnización que cubra el «daño real» causado, si bien se establece que el intercambio de archivos debe ser de «cierta dimensión». Este tipo de soluciones legislativas pueden ser discutibles y además han de ser discutidas, pero parece obvio que algo hay que hacer. Hoy apenas se publican discos, los autores y cantantes jóvenes lo tienen muy difícil, cualquier artista prefiere hacer conciertos a publicar; una película nueva se puede obtener por métodos ilegales, a la vez que es estrenada. Esto a la larga provocará un empobrecimiento artístico inadmisible para nuestra sociedad. Tenemos que educar a nuestros jóvenes en el respeto a la propiedad y se debe entender que la intelectual también lo es. Y también les corresponde este deber a los padres respecto a sus hijos. Ahora bien, la industria debe adaptar sus ventas a las nuevas tecnologías y a las nuevas costumbres y también hacerlo con los precios. Pero en cualquier caso, los derechos de los internautas – todos somos internautas– no deben nunca contraponerse ni afectar al derecho de autor. Habrá que buscar una solución que haga compatible estas legítimas expectativas. Parece claro que el canon no es la solución, porque constituye algo así como tener que pagar un dinero para acceder a un centro comercial, y así resarcir al dueño de los hurtos que se cometan en el mismo. No se consigue nada, el infractor lo va a seguir siendo, y encima los demás tenemos que pagar. Ha llegado el momento de plantearse un gran pacto por la creatividad, que permita y siga potenciando la proliferación de obras intelectuales. Debemos asumir el concepto de propiedad intelectual enmarcado en una nueva situación. Nos va mucho en ello, no podemos correr el riesgo de que los artistas, los creativos, en suma aquellos que ponen su pensamiento y virtudes al servicio de los demás, lo dejen de hacer, porque parece lógico que no podemos convertirlos en una especie de seres altruistas que trabajen por nada a cambio. A su vez la industria tiene que hacer un esfuerzo para que el derecho se ejerza en un marco determinado por las nuevas tecnologías. Pero no todo vale. Cuando el ser humano comenzó a navegar por los océanos, se determinó el principio jurídico de la libertad de los mares, pero pronto hubo que regular esta actividad porque se utilizaba esta libertad para cometer delitos. No hay nada absoluto, ni el derecho a la propiedad intelectual, ni el derecho de navegación en la red, y es posible y necesario hacerlos compatibles.