Zaragoza
Un milagro entre la mansedumbre
Deslucido encierro de Alcurrucén en la segunda de San MiguelSevilla. Segunda de la Feria de San Miguel. Se lidiaron toros de Alcurrucén, desiguales de hechuras y bien presentados, mansos y de poco juego. El 1º, de media arrancada y manejable; el 2º iba y venía con nobleza, desentendido; el 3º descuelga mucho pero corto de viaje; el 4º, deslucido y sin humillar; el 5º, noble de escaso fondo y transmisión; y el 6º, tan soso como descompuesto. Dos tercios de entrada.El Cid, de verde oliva y oro, pinchazo, estocada trasera (saludos); pinchazo, media caída, descabello (silencio).Sebastián Castella, de azul y oro, estocada trasera y caída, aviso, dos descabellos (saludos); pinchazo, aviso, estocada (silencio). Daniel Luque, de caña y oro, estocada trasera (saludos); pinchazo hondo, estocada (silencio).
Tercio de banderillas. Primero de la tarde. Todo por contar. La cosa iba de quiebros, pero no como el de Adalid la semana pasada en Nimes, y mucho menos con silla, el quiebro en esta ocasión y por dos veces se lo hizo el toro a los banderilleros. Muy listo evitó los palos por partida doble, pero quien no se le escapó después fue el cuerpo de El Cid. Casi a final de faena, le cogió y lanceó de un lado a otro. Milagroso que librara el entuerto sin heridas. El toro de Alcurrucén tuvo media arrancada, se dejaba, desentendido a mitad del viaje, sin molestar y sin llegar a entregarse. En ese medio camino que poco dice, que nada queda para entenderse y que nos entendiéramos todos. Que en eso consiste. Ese no sé qué que en un segundo nos cambia a todos para ponernos de acuerdo. Y mira que es difícil en país herido y hecho jirones. No ocurrió ayer, porque un toro y luego el otro y el que estaba por salir nos fue desnutriendo de ilusión. Huecos acabamos. El estómago para dentro (imaginario). Y entonces pasó, estamos todavía en el primero, que creímos ilusionarnos con El Cid en el comienzo. Pero la cosa no despegó hasta que le lanzó a propulsión. Qué susto. Qué miedo. No acabaría ahí ese transitar de El Cid al filo de la navaja. El cuarto tuvo una virtud, que repetía en la muleta; y un defecto, que lo hacía sin humillar. Perdió también interés por mucho que pusiera El Cid y en la suerte suprema le tapó el toro la salida. Dos entradas, dos golpes. Y menos mal que zanjó ahí la cosa.
Sebastián Castella anduvo medido con el segundo, gazapón, que iba y venía a la muleta del francés pero sin final, sin interés por la historia. Pulseó perfecto el engaño Castella, buscó alargar el viaje al toro, sobrio y por el camino de la pureza. La emoción se alejaba del ruedo, poco a poco, sin fuelle, intensidad ni fuerza. Se alargó mucho con el astifino quinto, un Alcurrucén melocotón que estaba cuesta arriba. Cambió por la espalda Castella, retuvo al toro después que quería ir al engaño más de lo que podía. Buena condición, fondo justo.
Daniel Luque acabó por desesperarse en el sexto. Se dejaba pero a estas alturas de la tarde la sosería del toro convirtió la faena en inapetente. Abrevió. Gracias. Fue rara la labor del torero de Gerena al tercero, más estrechito de sienes. Descolgó mucho la cara el toro y en las primeras tandas con continuidad. Después se frenó y si a uno le faltó hilo, Luque, con la pierna de atrás tan escondida siempre, descompuso por momentos. La tarde estaba vendida. Antes de haberla comenzado. Con el sol en lo alto, recuerdo, ya confirmó Manzanares que sí torea esta tarde. Mano a mano con Talavante. Último cartucho de San Miguel. Y si hay suerte...
Leonardo toma Logroño
En La Ribera (Logroño), toros de Luis Terrón, manejables. Hermoso de Mendoza, silencio y oreja; Sergio Domínguez, saludos y vuelta al ruedo; y Leonardo Hernández, dos orejas y dos orejas y rabo. Dos tercios de entrada. En Zaragoza, novillos de Martínez Pedrés, muy serios y astifinos, de juego desigual y con poca fuerza. Raúl Rivera, oreja en ambos; Ángel Puerta, silencio tras aviso y saludos; Javier Jiménez, silencio tras aviso y saludos. Un cuarto de entrada.
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