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El «homo hipotecus»

Esperanza Aguirre hizo ayer una propuesta muy concreta, digamos que descarnadamente precisa, quizá algo pesimista porque es reconocer una derrota: pagar con la vivienda la deuda contraída con el banco. Hablamos de la maldita hipoteca, el término de raíz griega que resume la historia de España de los últimos años.

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La palabra que conjugan jóvenes que todavía no se han estrenado en el trabajo y prejubilados que calculan lo que les queda de condena. Después de todo, suele decirse que la casa es la gran inversión que una persona hace en su vida, en España por lo menos. Podría ser la educación, pero no. Digamos que es la evolución del «homo sapiens» al «homo hipotecus». El Diccionario de la Real Academia Española, que no es inocente porque en las palabras está el problema y la solución, pone un ejemplo en su definición: «Si hicieras eso, hipotecarías tu libertad». Y ahí estamos, en la libertad, amigo Sancho. Así que Aguirre no ha tocado un tema cualquiera: dicen que los que acaban entregando la casa con la que endeudaron su vida sienten un gran alivio cuando se desprenden de ella, a pesar de las ilusiones empeñadas. La cuestión ahora es saber, y lo sabremos, si con la deuda pagada se recobra la libertad.