Francia
La historia se repite por Carmen GURRUCHAGA
ETA está a punto de anunciar por enésima vez una tregua unilateral, indefinida y verificable. ¡Qué casualidad que estas «buenas» intenciones siempre surjan poco antes de unas elecciones a las que la izquierda abertzale pretende presentarse! En esta ocasión son las autonómicas de mayo a las que el brazo político de la banda quiere concurrir
De ahí la piel de oveja con la que se disfraza el mundo violento para engañar a los más incautos. Si de verdad quiere abandonar el terrorismo puede hacerlo sin necesidad de tanta algarabía. Los terroristas se van a sus casas, entregan las armas y fin de la presente historia. Después, pasado un tiempo, negocian su destino los detenidos y encausados en crímenes. Pero nunca al revés, porque sería repetir historias de fracaso y volver a empezar la casa por el tejado.
Y es que la banda terrorista lleva más de 50 años de existencia por diversas colaboraciones y una de ellas es el oxígeno para sobrevivir que le proporciona cada negociación con el Gobierno, sin olvidar que una parte importante de la sociedad vasca comparte los objetivos políticos de ETA. Además, históricamente, quien es víctima de ETA se convierte socialmente en un apestado social, por lo que, excepto los años de gobierno del PP en los que las víctimas fueron reconocidas, nadie quiere significarse, pues posicionarse contra ETA es similar a estar contra el nacionalismo, ideología socialmente dominante, aunque de momento no gobierne. Y luego está el factor miedo físico, que tampoco hay que olvidar. Un pánico que adquiere importancia entre la sociedad civil a partir de 1986 cuando ETA decide «socializar el sufrimiento» (es el título de una de sus ponencias) y convierte a todo el mundo en posible víctima de sus acciones violentas: periodistas, profesores, intelectuales, vendedores… A toda persona que ETA unilateralmente y en papel de juez y parte, tilde de «colaborador» con el enemigo.
En esta tétrica historia de asesinatos, secuestros y chantajes, ha sido fundamental la ayuda del nacionalismo llamado democrático; pero no sólo el nacionalismo es culpable, sino también la Iglesia vasca, Francia hasta 1986, la sociedad silente que ha mirado para otro lado ante tanta barbarie, los pagadores del «impuesto» y los gobiernos que, en momentos críticos, le han dado un balón de oxígeno con la negociación.
No cabe duda de que ese entramado político-social-terrorista necesita dinero para sobrevivir y que una parte le ha llegado por canales democráticos, a través de su representación en instituciones como ayuntamientos o diputaciones, pero otra ha sido mediante el pago del llamado «impuesto revolucionario», bajo el argumento de que es humano querer salvar la vida o la de un familiar secuestrado. Es verdad, pero sobre todo es profundamente injusto ya que con el dinero que ellos utilizan para no perder la vida los etarras comprar armas y otros utensilios para asesinar a objetivos cuya vida no tiene precio. Es la teoría insolidaria del «sálvese quien pueda».
Otro factor fundamental para que estemos en el lugar que nos hallamos ha sido la postura del Gobierno de nuestro vecino del norte. Francia tardó mucho en defender la recién estrenada democracia española, porque, entre otros asuntos, existía un nacionalismo vasco en el sur de Francia que, aunque minoritario, podría haber proliferado si el Gobierno francés no hubiera actuado con «talante». Un momento crucial en el cambio de postura se produjo con las detenciones de la cúpula de la banda en 1986; es decir, seis años antes de la puntilla dada con los arrestos de Bidart en 1992. A finales de 1983 y hasta 1986 el Gobierno español organizó un grupo terrorista, los GAL, que asesinó personas que no tenían nada que ver con ETA y a algunos terroristas. Para que su actividad cesara y volviera a la tranquilidad una zona turística como el sur de Francia, el Gobierno galo negoció con el español y se comprometió a detener etarras. Corría el año 1986 y Francia detuvo a los cabecillas, expulsó a «mandos intermedios» a terceros países y entregó a España a los de tercera fila.
Después, empezaron las conversaciones ETA-Gobierno que concluyeron con la negociación de Argel, en las que el Ejecutivo de ese país actuó como intermediario y a un lado de la mesa se sentaron representantes de la banda y al otro, de Felipe González. Aquello acabó mal porque quienes estaban en contra de la negociación la reventaron mandando un paquete bomba a un policía de Irún. Una vez más se demostró que negociar da oxígeno a los terroristas y les impulsa a exigir más. Por eso buscan la negociación y forma parte de su estrategia para regresar más fuertes si no consiguen sus objetivos, que siempre son los mismos. Por eso creo que sólo su derrota policial hará que acabemos con este lastre.
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