Historia

Londres

Minuto en Wembley

La Razón
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El silencio que se guardó en Wembley durante un minuto refleja el enorme respeto y educación por el fútbol, por la vida y por la memoria de los casi 90.000 espectadores. Nunca antes, en los miles de partidos que he vivido, sentí una emoción como la que el sábado recorrió mi alma en Londres.

Ya se sabe que los ingleses cuidan con mimo sus tradiciones, pero en esta ocasión, en un recinto en el que el anonimato permite la impunidad del grito, causó una impresión sobresaliente que no se oyera una voz. En realidad, se escuchó la nada, se escuchó el profundo sonido del silencio, la soledad sonora, esas epidermis que supieron reflejar Carmen Laforet o Antonio Gala entre sus letras o Simon&Garfunkel en su música, esos instantes de la memoria de los muertos resucitados durante sesenta segundos. Nos vendría bien apreciar esos pálpitos del corazón, pálpitos que bombean la sangre de manera diferente cuando se tocan las sensibilidades de nuestros anteriores.

En Inglaterra, el fútbol contó con el respaldo universal para lucir esa amapola que une y España se sumó al sístole general, con una afición amplia, representativa y de educación exquisita.
El nuevo templo del fútbol británico, de los fundadores del balompié en la vieja taberna, impone más que el antiguo estadio de las blancas torres. Encierra su historia en la misma atmósfera, mantiene sus tradiciones y dota al fútbol del respeto mundial. Hoy, llegados ya a Costa Rica, cuando el cielo pierde su negritud en el amanecer centroamericano, no quería olvidar ese minuto para la reflexión profunda. En Wembley, el fútbol es cultura.