Sevilla

Otro Ayuntamiento es posible

«Mi padre se merece ser alcalde porque se lo ha currado, lleva cinco años trabajando doce horas al día». La reflexión de Juan Ignacio, el hijo mayor de Zoido, menos «mediático» que Fernandito, tan sólo horas antes de su histórico resultado en las municipales resume uno de los pilares de su éxito.

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Sería absurdo negar que en su asalto a la Plaza Nueva han influido poderosamente factores como las crisis, la tasa de desempleo, la mala imagen del Gobierno local y del PSOE en general, los casos de presunta corrupción y los escándalos de IU, pero para obtener 20 concejales –un hecho inédito en Sevilla– hace falta mucho más. Como escenificó en el cierre de campaña, el candidato del PP se ha pateado todos los distritos para tomarle el pulso a la ciudad, de cuyo paisaje se ha hecho consustancial. Cree saber lo que ésta necesita y como dárselo, por lo que tiene muy claros los pilares sobre los que construirá su mandato.

Así que el 11 de junio iniciará un camino para demostrar y demostrarse que otro Ayuntamiento es posible. La transparencia con la oposición y los ciudadanos es uno de sus grandes objetivos. Pese a poder gobernar con la más amplia mayoría de la historia municipal, Zoido ya ha anunciado su intención de no emplear el «rodillo», un arma habitual en los últimos años en los plenos, ya que la palabra consenso no estaba incluida en el vocabulario del denominado Pacto de Progreso. Forjado en otro tipo de política, pues se reconoce un profundo admirador de Manuel Clavero Arévalo –«dimitió para no hacer algo que iba contra su pensamiento»– y Jaime García Añoveros, el nuevo alcalde pretende sentar las bases para recuperar tanto el alto nivel de preparación de los miembros de la Corporación como las buenas relaciones entre los adversarios que fueron moneda común con Soledad Becerril o Del Valle.

Fomentar la austeridad es otra de sus metas, reduciendo el número de delegaciones de 21 a 7, así como acabando con los altos cargos políticos para confiar en los técnicos y los funcionarios y eliminando estructuras duplicadas para dar cabida al socio de Gobierno. La tercera gran columna sería la eficacia, que el día a día de los sevillanos sea más sencillo y los servicios municipales funcionen a la perfección, solventando en poco tiempo los problemas que existan o surjan. Para ello, tiene cuatro años por delante y saber que 166.040 sevillanos le han dado su confianza (37.264 más que en 2007, cuando también ganó) es al mismo tiempo un aval y una enorme responsabilidad. «No os voy a defraudar», reiteró el domingo desde el balcón de la calle San Fernando.

A gobernar (bien), por Silvo
Ningún alcalde de Sevilla estuvo respaldado antes por un grupo de veinte concejales (Del Valle, en 1983: 19 sobre 31 con el 55,8% de los votos). Fe, nos enseñó el catecismo, es creer en lo que no se ve. Justo lo que ha reclamado Zoido a los sevillanos, que jamás lo habían contemplado en la acción de Gobierno. Ahora, debe hacerse merecedor de la confianza ciega depositada en él. Tan propia de la democracia americana, la fundacional de Occidente (in God we trust). Pidió prestados votos y no dudarán en reclamárselos, con intereses, si defrauda a sus entregados acreedores. Saber ganar consiste en estar a la altura de la victoria lograda. El mayor triunfo conocido exige al mejor alcalde posible, no valen medias tintas. No se invierte el sentido de un voto de décadas para ponerse en manos de un mediocre. He ahí el reto.