Eslovaquia

Útima velada en Madrid

Nostalgia es una palabra que vive del ayer, que se conjuga en pasado. Viene de la memoria, de los recuerdos, que son el revelado final que queda de la biografía, de la prójima y de la nuestra. Una chamarilería de escenas, aventuradas o desafortunadas, pero que proporcionan el hilo conductor de la deriva existencial, porque, se quiera o no, todo paso por el lado de acá, por racional y decisivo que se pretenda, siempre posee algo de arbitrariedad.

 
 larazon

Los muchachos que acudieron a la Vigilia de Cuatro Vientos –y que a media mañana de ayer recogieron el saco de dormir, enrollaron el aislante y levantaron el fardo del macuto (que, no se sabe por qué, siempre pesa más que el día anterior a pesar de ir más ligero)–, se iban con la impresión de haber presenciado un evento cercano, con su aglomeración de dos millones de voces y su dosis de espectáculo. Algunos marchaban con las ojeras de las madrugadas sin dormir y la satisfacción de haber sido, por fin, protagonistas de algo. El ambiente festivo de la mañana tuvo un punto de melancolía cuando se observaban las despedidas en las parroquias y los polideportivos, cuando se decían adiós sin saber hasta cuándo va a ser esa despedida. Había alguno que intentaba matar la añoranza imprevista emplazando ya para Brasil sin haberse detenido a mirar en el calendario los días que hay por delante. Otros lo hacían con disimulo, apartados de todos, como esa chica y ese chico, ella de Eslovaquia, él de España, que simplemente se abrazan, quizá, porque aparte de fe, también se llevan consigo otras sensaciones, otras añoranzas.