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El enemigo en casa
Francia debate cómo prevenir que otros naturales radicalizados en el extranjero puedan seguir los pasos del yihadista Mohamed Merah
PARIS- ¿Cuántos «Mohamed Merah» pueden esconderse en Francia? Es el principal temor de las autoridades francesas, a quienes el caso del asesino de Toulouse ha cogido por sorpresa. Las numerosas barreras policiales y judiciales que han conseguido en los últimos quince años evitar el zarpazo terrorista en suelo francés han demostrado tener sus límites. Aunque los últimos atentados se remontan a 1995 en París. Sin embargo, el caso del joven francoargelino de 23 años revela un perfil y un modus operandi mucho más complejo de identificar y, sobre todo, de detectar los movimientos, una vez radicalizados, dentro de células terroristas.
Los denominados lobos solitarios, «no tienen contacto con ninguna red ni dan signos previos de su peligrosidad antes de pasar al acto», explicaba ayer el primer ministro francés, François Fillon. A menos que las investigaciones en curso establezcan lo contrario, Mohamed Merah era uno de ellos. La preocupación del Gobierno francés es que el drama de Toulouse pueda alentar a otros «jóvenes perdidos» a seguir sus pasos.
Autorradicalización
Jóvenes autorradicalizados y con un pasado de delincuencia como el terrorista de Toulouse. Un francés, de segunda generación de origen argelino, marcado por una infancia difícil – su padre abandonó el domicilio familiar–, criado en los barrios más deprimidos, sin referentes claros y en busca de una identidad. Mohamed Merah se presenta como una víctima de una fractura social y familiar y carne de cañón del Islam más radical. Su paso por la cárcel en 2007 marcó un punto de inflexión. Su camino hacia el islamismo fundamentalista.
De ahí, la voluntad del Gobierno de Nicolas Sarkozy de establecer una mayor vigilancia en los centros penitenciarios respecto al riesgo de proselitismo. De hecho, los islamistas radicales que salen de la cárcel son la prioridad de los servicios antiterroristas. Según el primer ministro galo, serían varios cientos los jóvenes franceses que viajan a lugares como Afganistán y Pakistán para ser adoctrinados en ideologías terroristas y de extremismo religioso. No obstante, los expertos señalan que el número habría disminuido respecto a los años noventa. Sobre todo, tras la desaparición de Osama Bin Laden, la disgregación de Al Qaeda y los perfeccionados medios de vigilancia de países como Estados Unidos. François Fillon reconoció ayer, sin embargo, la dificultad a la hora de evaluar la magnitud del problema. «Hay miles de personas que hacen desplazamientos a esas regiones por motivos religiosos, que no están vinculados sistemáticamente al terrorismo y al extremismo».
Merah figuraba desde su primer viaje a Afganistán, en 2010, en las listas de islamistas radicales del contraespionaje francés. Sin embargo, según el director central del servicio de inteligencia, el DCRI en sus siglas en francés, Benard Squarcini, sus hombres no pudieron ir «más rápido», saliendo al paso de las numerosas críticas que comienzan a surgir sobre la eficacia entre los distintos cuerpos de seguridad del Estado frente al terrorismo. Tampoco hubo negligencia. «Se le vigiló el tiempo necesario para llegar a la conclusión de que ningún elemento, ningún indicio permitía pensar que Mohamed Merah era un individuo peligroso» explicó Fillon.
Muchos se interrogaban esta semana sobre la aplicación de medidas preventivas para impedir que otros franceses radicalizados como Mohamed Merah puedan actuar sin levantar las sospechas de los servicios de espionaje. También se preguntan si no se podría haber intensificado su vigilancia una vez que se tanteó por las muertes de los tres militares en Montauban, el 15 de marzo, cuatro días antes de que tuviera lugar la matanza del colegio judío Ozar Hatorah, en Toulouse. Los expertos en terrorismo no entienden cómo no se practicó un hostigamiento policial y se lamentan de que Mohamed Merah hubiera llegado tan lejos.
Un sistema garantista
Pero, a día de hoy, el sistema francés es muy garantista y no permite detener a un sospechoso de terrorismo sin una autorización judicial. Las medidas de vigilancia las 24 horas, de privación de libertad o la creación de ficheros en función de determinados criterios, que podrían contribuir a evitar ciertos delitos están muy restringidas.
La tragedia de Toulouse plantea, en cualquier caso, un desafío al que Nicolas Sarkozy ha querido responder sin dilación ante la polémica. El presidente francés quiere castigar a quienes viajen a regiones conflictivas del mundo con intención de adoctrinarse en ideologías terroristas y entrenarse en sus prácticas, pero también a los usuarios habituales páginas de internet que hagan apología del terrorismo, de la violencia o del odio. La medida, que estará en cuarentena por la campaña, marca cuál será el camino.
Una profesora homenajea al terrorista
Lorraine Collin, una maestra de inglés en un colegio de la ciudad de Rouen, solicitó ayer a sus alumnos que guardaran un minuto de silencio por la muerte del terrorista Mohamed Merah, al que presentó como una víctima. Quince de los alumnos abandonaron el aula en señal de protesta. La docente afirmó que la vinculación del asesino con Al Qaeda fue inventada por los medios y por Sarkozy. Las reacciones no se han hecho esperar y el ministro de Educación, Luc Chatel, pidió la suspensión inmediata de la profesora y expresó su indignación por la confusión entre víctimas y verdugo.
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