Cine
La vida sorbo a trago por Lluís Fernández
Nás que vivir se bebió la vida. «Que me sirvan una copa y muchas más, que me pienso seriamente emborrachar», cantaba la ranchera de José Alfredo Jiménez, como si lo hubiera escrito para la misma Chavela Vargas, que vivió en un mundo raro a puro dolor. Ella que quería luz de luna para su noche triste, se pasó quince años suicidándose trago a trago, con su buen amigo el director de cine Sam Peckinpah, dos parranderos en la árida frontera mexicana de la vida.
Ambos fueron dos suicidas que llamaban insistentemente a las puertas del cielo, enganchados a la botella y a un romanticismo tan áspero como la voz de la costarricense y la violenta poesía del cine de Pekckinpah Lástima que esos años no dejaran fijada la imagen de Chavela en «Grupo salvaje» (1969), sino su abandono, y ese deseo de emborracharse de sentimiento.
Chavela nunca fue una actriz de cine. Intervino en dos películas, «La soldadera» (1966), protagonizada por Silvia Pinal, en donde hacía un papelín de cucaracha revolucionaria, y en «Frida» (2002), donde no pudo interpreta su propio papel de amante de Frida pero cantaba «La llorona», su gran éxito de los años 60, y «Paloma negra».
Lo suyo fue el milagro de la música. Triunfó cuando la ranchera y el bolero habían pasado de moda gracias a su aguardentosa voz y a la guitarra sentimental de Antonio Bibriesca, y se pasó quince años donde te hace pedazos la vida.
Con la posmodernidad, Pedro Almodóvar incluyó «Luz de luna», que había popularizado Miguel Aceves Mejías en los años 60, en «Kika» (1993), en la escena en la que Bibi Andersen se muestra «just like woman» en la ventana, y desde entonces conoció un resurgimiento musical en España y por parte de intelectuales de la izquierda caviar que la saludaron como el lado oscuro de la sentimentalidad gay: el sufrimiento del amor no correspondido.
«El último trago» suena en «La flor de mi secreto» (1995) y «Somos» en «Carne trémula» (1997). Más lógico era que Alejandro González Iñárritu incluyera «Tu me acostumbraste» en «Babel» (2006), pues ambos mundos perros tenía en común ese México que se ahoga en interminables charcos de tequila. Chavela, ¡que difícil es tener que olvidarte!
Lluís Fernández
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