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Wikichascarrillos

Si alguien le hizo llegar los datos al creador de Wikileaks y él a su vez se los pasó a los medios, ¿dónde está la labor periodística?
Si alguien le hizo llegar los datos al creador de Wikileaks y él a su vez se los pasó a los medios, ¿dónde está la labor periodística?larazon

Tim Berners-Lee, considerado uno de los padres de la web, aseguraba recientemente que «el futuro del periodismo pasa por el análisis de los datos». Sus declaraciones, recogidas por el diario británico «The Guardian», abundan en el hecho de que, hoy en día, no vale con redactar noticias, con escribir lo que ocurre, sino que hay que usar los datos, trabajar sobre ellos, analizarlos. «Antes –asegura–, se podían conseguir buenas historias charlando con la gente en un bar, pero eso es cada vez más improbable, por lo que los periodistas necesitan equiparse con las herramientas necesarias para discernir lo que es importante de lo que no lo es, para mantener la perspectiva, encajar las piezas y ser capaces de explicar ala gente qué esta ocurriendo».

En esta línea de pensamiento cabe mencionar la creación, por parte de la City University de Londres, de un máster en Periodismo Interactivo, que aborda los cambios que afronta la profesión y los medios de comunicación, uno de cuyos ejes es lo que denominan Data Journalism o, lo que es lo mismo, crear informaciones a partir de los datos.

Y digo todo esto a modo de introducción, porque durante las dos últimas semanas no hemos oído hablar de otra cosa –con permiso de los controladores– que no sean las filtraciones diplomáticas de Wikileaks, es decir, dar a conocer cientos de miles de cables enviados por los embajadores estadounidenses de medio mundo a su país. La web del encarcelado Julian Assange pasó a un puñado de periódicos, entre ellos «El País», toda la información para que éstos la publicaran. Desde entonces, cual folletín, viene siendo desgranada a diario más en función de aumentar las ventas –o de generar expectación al menos– que del interés periodístico.

Han sido muchos los que se han lanzado a decir que estos documentos suponen un antes y un después de las relaciones diplomáticas mundiales, que ponen en entredicho el papel de los periodistas y de los medios tradicionales… Pues bien, 12 días después de que empezasen a publicarse las filtraciones, no tengo yo la sensación de que las cosas hayan cambiado tanto. Y es que, en mi humilde opinión, estas revelaciones no hacen sino confirmar lo que todo el mundo sospechaba. ¿O acaso alguien pensaba que los embajadores se limitaban a obsequiar «ferrerosrrocher» a sus invitados? Pues hacen lo que se supone que tienen que hacer: informar, influir, mediar, presionar si es preciso…

No resto valor a la exclusiva ni quito importancia a lo que se ha sabido, pero sí que considero que en la parte periodística, le veo más mérito a separar el trigo de la paja que al hecho en sí de su publicación pues, si alguien se las hizo llegar a Assange por propia voluntad, y éste a su vez se las ha pasado a los periódicos, ¿dónde está la labor periodística?, ¿dónde el análisis de los datos? Porque yo aquí veo más una selección que una interpretación. Se ha sido bastante poco selectivo y, en muchos casos, temerario, pues quizás se esté poniendo en peligro la vida de determinadas personas.

Quizás, y en esto habrá mucha gente que no coincida conmigo, la verdad esté sobrevalorada, especialmente cuando nos movemos sobre una estructura basada en los convencionalismos, la corrección política y la hipocresía. Y es que, si de repente todo el mundo supiese lo que decimos los unos de los otros, nuestro sistema de relaciones se rompería en mil pedazos. Y, además, ¿dónde está escrito que lo que se dice es más cierto que lo que no se dice, que lo que se cuenta es menos falso que lo que se piensa y no se expresa en voz alta? Muchas veces decimos lo que los demás esperan oír y no lo que realmente opinamos, así que sacar de una conversación privada una frase dándola como verdad absoluta es, cuando menos, parcial.