Nueva York
Strauss-Kahn por Marina CASTAÑO
Dicen que el hombre se mueve por tres resortes: el sexo, el estómago y el afán de mando, tres elementos que se dan en el protagonista absoluto de esta semana, Dominique Strauss-Kahn, acusado de violar a una camarera del hotel donde se hospedaba en la ciudad de Nueva York. Para muchos el comentario y el reproche se centran en el precio de la suite que ocupaba, de unos tres mil dólares por noche. Para quien estas letras suscribe eso es lo de menos: las suites más caras de los mejores hoteles del mundo están habitadas normalmente por personas que no violan a las camareras, claro que hay excepciones como la que hoy comentamos, pero lo más irrelevante es eso: la habitación y su precio, o viajar en primera clase de Air France. Lo que aquí importa es la cabeza de un hombre inmensamente poderoso e inmensamente rico por su casa: su mujer es una periodista poseedora de una enorme fortuna en obras de arte.
La cabeza de un hombre con una trayectoria brillante que iba para presidente de la república francesa, alguien que lo tira todo por la borda en un arrebato, en un calentón lo suficientemente irrefrenable como para dar con su vida (pública y privada) al traste. Algunos hablan de complot contra él y el socialismo francés, un 57 por ciento de la ciudadanía, que no está nada mal como porcentaje. No lo sabemos, hasta que la justicia dictamine si pasa 74 años en la cárcel o si es absuelto de los cargos, cosa bastante improbable. Su mujer insiste en defenderlo, otros piden su cabeza cuanto antes. Se están tomando medidas para evitar un posible suicidio. ¿En qué puede acabar la historia de esta presunta violación? Probablemente en el ocaso de un hombre que lo perdió todo por un momento de perturbación mental.
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