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Retórica del lamento por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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Hace una semana, en esta misma sección, escribía sobre un cierto tipo de actitudes, rabiosamente demagógicas, que aprovechan los actuales y necesarios recortes en los presupuestos públicos para lamentarse por el maltrato sufrido por la cultura, cuando ellos han sido «arte y parte» en la creación de un contexto de linchamiento contra todo lo proveniente del ámbito cultural. Pues bien, quisiera seguir avanzando en el análisis de esta clase de «comportamientos críticos» para centrarme ahora en cierta «retórica del lamento», tremendamente popular en los tiempos que corren. Basta que, como consecuencia de esta maldita crisis, sea eliminada una actividad de la naturaleza que fuere para que, de inmediato, se alcen voces que exhiben su aflicción y dolor por tal circunstancia. He de reconocer que, siempre que sucede esto, me viene a la cabeza una célebre canción de Manolo García – «Insurrección»-, que comenzaba con la siguiente interrogante. «¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?». Y es que, de igual manera que nos imbuímos con un elevado sentido de la responsabilidad colectiva cuando se trata de denunciar una merma, una desaparición, ¿por qué no comportarse en idénticos términos cuando se produce una ganancia y su preservación requiere de un marco favorable?

Evidentemente, la respuesta que viene con rapidez a la cabeza parte de un consolidado fundamento de mezquindad: al político no hay que aplaudirle –va de suyo cuando algo lo hace bien-, pero hay que fustigarle siempre que genera un estado de mayor o menor insatisfacción en la ciudadanía. El problema que reside en este juego perverso es que todo, absolutamente todo en la esfera pública es de una fragilidad pasmosa, de suerte que nunca existe nada evidente, que caiga por su propio peso. Las cosas hay que pelearlas desde el principio, demostrando que el compromiso es algo más que una declinación del oportunismo más miserable. Los que entonces callaron por tantas posibles y sospechosas razones no tienen derecho a quejarse ahora.
Aquel dicho de que sólo valoramos las cosas cuando las perdemos es propio de sociedades desafectadas, inmaduras, que no saben o quieren anticiparse a los acontecimientos, y que, por el contrario, reaccionan con lentitud, tarde y mal. Si esta crisis nos ha de enseñar algo, es que nada es para siempre, y que logro que se consigue, logro que hay que defender a muerte.

 

Pedro Alberto Cruz Sánchez
Consejero de Cultura y Turismo