Andorra

La vocación financiera por Luis del Val

La Razón
La RazónLa Razón

En el Peñón de Gibraltar ha ocurrido un fenómeno que cuesta creer que no se haya investigado o que no haya suscitado el asombro que a mí me produce, y es que un lugar habitado por tan sólo 30.000 personas haya registradas con domicilio fiscal más de 80.000 empresas. Cada gibraltareño, incluidos los niños recién nacidos, los alumnos de las escuelas infantiles, los ancianos decrépitos y los enfermos, contando los graves, es capaz de gestionar más de tres empresas, con lo difícil que resulta gestionar una sola.

Sin embargo, existen sociólogos y periodistas que afirman que el fenómeno no es debido a una misteriosa gracia gibraltareña, o a que sus habitantes se encuentren dotados, de nacimiento, con un don especial, ya que fenómenos semejantes se producen asimismo en otros lugares de Europa como Mónaco y Andorra, y en otros muchos sitios del mundo como las Islas Vírgenes británicas. En este último lugar, el prodigio ha alcanzado cotas inimaginables, y con 22.000 habitantes empadronados, sus bancos tienen registradas una cantidad de empresas que superan el medio millón.

Este sector pragmático, renuente a creer en milagros, sostiene la ofensiva teoría de que tantos empresarios aborígenes, tal concentración financiera, es de todo punto imposible, y que esas cifras increíbles son debidas a que, tanto a Gibraltar, como a Mónaco o Andorra acudirían estos modernos delincuentes, que ya no asaltan los caminos y dejan de pagar impuestos, esos impuestos que la inmensa mayoría de los ciudadanos abonamos con esfuerzo y sacrificio.
Se calcula que la cantidad de dinero que se estafa por este procedimiento supera los 300.000 millones de euros cada año, y eso es más doloroso, precisamente en este año en que la Unión Europea exige un duro ajuste, por el cual ya contamos que varios ciudadanos se han suicidado.
De ser esta insidia cierta, estaríamos ante una estafa mayúscula, amparada por el Reino Unido, y cada vez que alguien de la familia real inglesa visita el Peñón estaría amparando la estafa, protegiendo a los delincuentes y perjudicando gravemente a la Union Europea.

Cuando iba a la escuela, tuve que aprender un verso que decía: «Gibraltar es la espina clavada en el pecho del buen español». Pero he de confesar que la espina nunca me ha dolido demasiado. Lo que me duele, lo que me repugna, lo que me indigna, es que el trono de Inglaterra ampare a los bandidos económicos y que el Reino Unido se ponga campanudo hablando de derechos históricos, cuando lo que perpetra es una inmensa estafa a una Union Europea que calla con la cobardía institucional.