Murcia
OPINIÓN: Universalidad
«¡Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben!». Son palabras del salmo de hoy, pero son al mismo tiempo una realidad constatable. Sólo hay que recorrer nuestras calles estos días y comprobar la riqueza de rostros y lenguas de los cerca de cuatro mil jóvenes que nos visitan camino de la JMJ en Madrid: salvadoreños, peruanos, paraguayos, ecuatorianos, lituanos, noruegos, palestinos, indios… hasta 21 nacionalidades. La jornada de ayer en Murcia -sus plazas inundadas de alegría juvenil, sus iglesias abiertas para la oración y la confesión- fue un acontecimiento espectacular e irrepetible, gozoso, que se cerró bien entrada la noche tras la Eucaristía y el Festival en el Palacio de los Deportes. ¿Todavía duda alguien que hay futuro en Murcia, en España y en el mundo? Ezequiel profetizaba de parte de Dios: «Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los pueblos…». Isaías también anunció: «Yo vengo a reunir a todas las naciones… y de entre ellos tomaré sacerdotes para mí...». Y el mismo Jesucristo tras la resurrección envía a sus apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes». Son algunos ejemplos de la universalidad del amor de Dios, de la universalidad de la salvación. Según la concepción del Antiguo Testamento la humanidad se dividía en dos bloques: Israel y la gentilidad o los paganos. La salvación era considerada por muchos en Israel como un patrimonio suyo; toda la historia de Israel es un movimiento pendular entre el particularismo exclusivista y el universalismo. La liturgia de este domingo nos presenta la realidad de la verdadera ruptura de fronteras, universalidad del mensaje cristiano: las tres lecturas nos indican que la salvación es patrimonio de toda la humanidad: Isaías abre las fronteras de su pueblo; la mujer cananea -extranjera- es pionera de la fe en Jesucristo, como lo fue el centurión romano; y Pablo, en su carta, quiere despertar los celos en los judíos para que también ellos acepten la salvación que trae Jesucristo porque le duele que habiendo sido ellos los depositarios de la misma se queden al margen de ella. Hoy día no estamos tan lejos. ¡Cuántos particularismos que engendran división y exclusividad, apropiación de Dios para beneficio propio! ¡Qué poca apertura a la catolicidad -universalidad- en tantas personas y grupos! Y me refiero tanto a la cuestión ecuménica entre las religiones, como ad-intra de la Iglesia. Jesús, en su vida terrena buscó la respuesta de fe de quien le escuchaba; hoy busca la tuya, la mía y la de aquél que aún no le conoce. ¿Nos abriremos a su Palabra y estaremos dispuestos a la apertura, a la acogida al hermano y la misión, o pretenderemos ser los poseedores en exclusiva del mismo Dios y su salvación? La Fe no crea guetos, no divide, no es exclusivista… la fe rompe fronteras, hace que los hombres se hermanen en Cristo. Y mañana… hacia Madrid. Ya os contaré.
Luis Emilio Pascual
Capellán de la UCAM
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