Lenguaje

El cerebro femenino por Paloma Pedrero

La Razón
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Les cuento cómo nace: imagínense un espermatozoide que circula a toda velocidad por el canal vaginal, que llega al útero y se encuentra un ondulante y enorme huevo esperando que aquel corajudo renacuajo la penetre. Si el esperma que desarrolló esta galopada lleva el cromosoma X, el huevo fertilizado formará una niña. Después, en treinta y ocho semanas, veremos que esa niña crece y de ser un grupito de células pasar a ser un bebé de unos tres kilos y medio. Pero la mayor parte del desarrollo cerebral que determina los circuitos particulares de su sexo ocurre durante las primeras dieciocho semanas de gestación.
Veamos: hasta las ocho semanas todo cerebro fetal parece femenino. Pero en la octava puede registrar un enorme flujo de testosterona que convertiría el cerebro «unisex» en masculino, destruyendo algunas células en los centros de comunicación y haciendo crecer otras en los centros sexuales y de acometida. Si no se produce la llegada de la testosterona, el cerebro femenino continúa creciendo sin turbulencia, desarrollando más conexiones en las aéreas de la comunicación y la emoción. Esta futura niña será diferente a su hermano, será más habladora, tendrá más memoria emocional, evitará el conflicto, su capacidad de observación será grande… Precisamente la primera cosa que el cerebro femenino lleva a hacer a una recién nacida es estudiar los rostros.
Cuando vean bebés por la calle, busquen su mirada, si el bebé le observa detenidamente, será una cría. Las niñas se interpretan a sí mismas a través del gesto de los demás. Es una especie de instinto social que le dice: si consigo que cambie la expresión del otro, el otro me querrá. Las hormonas pueden conformar la realidad de una mujer. Al menos el primer impulso.