Alfonso Ussía

Camilla

La Razón
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Temo el enfado de dos buenos amigos. Luis María Anson y José Joaquín Puig de la Bellacasa, que fue durante algunos años, después de su segunda estancia en la Casa del Rey, embajador de España en Londres. La sede de la Embajada de España está en la plaza de Belgravia, la plaza diplomática por excelencia, muy cerca de la taberna «The Granadiers», donde se sirven los mejores «gin tonics» y «Bloody Mary's» de la capital del Imperio. Y escribo que temo la discrepancia de uno y de otro porque me dispongo a afirmar que me cae mucho mejor Camilla Parker-Bowles que la fallecida Diana Spencer. Más aún. Diana era monilla y Camilla es un tanto equina, pero las mujeres simpáticas son más atractivas que las gambas con retranca, escrito sea con todo el respeto que merece la memoria de la princesa difunta cantada por Elton John.

Se despepitó la flema inglesa cuando Diana falleció en el accidente de París. Se llegó a decir que había sido asesinada por un complot encabezado por su marido y su suegro. Que sus relaciones con el hijo de Al Fayed y la posibilidad de que el futuro Rey de la Gran Bretaña tuviera un hermano árabe, impulsaron al Servicio Secreto de Su Majestad a mandarle el James Bond de turno, con licencia para matar, y que el James Bond de turno no falló. Tonterías. El entierro de Diana superó con creces el ridículo folclorismo que se da en España cuando fallece una figura del mundo del famoseo. Aquel día, Inglaterra dejó de serlo durante unas horas. La dulce apariencia de Diana disfrazaba una personalidad fuerte y ambiciosa hasta límites inalcanzables. Su infelicidad, que viajaba con ella allá donde fuera, se le achacó a las deslealtades matrimoniales del Príncipe Carlos, cuando ella no se anduvo con chiquitas en saltos y devaneos. Creo que fue la estrella de Tele-5 la que dijo un día de alguien que tuvo «desvaneos» con Jesulín de Ubrique. Sin darse cuenta, inventó una nueva palabra. «Desvaneo. Tener un devaneo en un desván». Pero a lo que iba. Esta mujer, Camilla, es mucho más cercana y simpática que Diana, y su marido -que me cae muy bien-, está más relajado y abierto que nunca.

En su visita oficial a España, han triunfado de pleno. Acordaron previamente que el Príncipe de Asturias le diera un toquecito acerca de Gibraltar, y el Príncipe de Gales aceptó el toquecito como quien oye llover. Cada uno cumplió con su deber institucional, y aquí paz y después gloria. El protocolo español se volcó con los Príncipes de Gales, porque también entre las Casas Reales hay clases y diferencias. No es lo mismo recibir al Heredero de la Corona inglesa que al Príncipe de Mónaco, por poner un ejemplo de fácil comprensión. Y todas las personas, que durante estos días, han tenido ocasión de saludar y hablar con los visitantes, coinciden en afirmar que la distancia que imponía Diana Spencer entre ella y el resto de la humanidad, no existe con Camilla Parker, que tiene el rostro arrugado por sus muchos años de expresividad y sonrisas. Como siempre sucede, la que mejor ha conectado con los Príncipes de Gales ha sido Esperanza Aguirre, que habla un inglés perfecto, y no precisa de traductores para intercambiar matices e ironías.

Visita positiva, en la que los Príncipes han sido anfitriones protagonistas por protocolo de rango, que no por sustitución de los Reyes, como algunos han querido interpretar. Y visita positiva porque ha venido a España, una futura Reina de Inglaterra –lo será a pesar de muchas resistencias–, que se comporta como una mujer normal. Que no es poco.