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Carabanchel

«Un héroe de nuestro tiempo» por Ramón TAMAMES

Marcelino Camacho fotografiado en su casa en 2002
Marcelino Camacho fotografiado en su casa en 2002larazon

Con la muerte de Marcelino Camacho, a los 92 años, desaparece uno de los personajes históricos más importantes de la Transición española a la democracia. Fue el líder indiscutible de Comisiones Obreras y, sinceramente, creo que su carácter, persuasivo y didáctico tantas veces, contribuyó a ese papel que desempeñó durante muchos años. Personalmente, conocí a Marcelino en la década de 1960, y siempre que salía de la cárcel, en por lo menos tres o cuatro ocasiones, me visitaba en mi despacho de Economista para hablar de la situación y de las perspectivas de cada momento. Comentábamos también los libros que iba enviándole a la cárcel a través de dos personas entrañables, su hermana Vicenta y su esposa Josefina.

Luego, en 1976, él con catorce años de presidio sobre su espaldas, coincidimos en la prisión de Carabanchel cuando ya la Transición estaba plenamente abierta. Allí, Marcelino se me reveló como una persona integradora, con manifestaciones tan específicas como la lectura en común de la prensa diaria, los artículos que escribía y que leía cuidadosamente para buscar opiniones, o sus actitudes personales. Nunca olvidaré el 1 de mayo de 1976, cuando estábamos comiendo la comuna de la Junta Democrática y de otros grupos políticos. En un momento dado, Marcelino se levantó y comenzó a entonar la Internacional. Los funcionarios de prisiones no sabían qué hacer, y al final, sin duda previendo los cambios que se venían encima, adoptaron la posición políticamente más correcta: dejar que cantáramos, de una forma u otra, las estrofas de la canción política más difundida de todos los tiempos.

Si se me permite, diré que en mi novela "La historia de Elio", dediqué un capítulo entero a Marcelino Camacho con el nombre en clave de "Martín Carballo". Un breve extracto de esos escritos: «De talla normal y aspecto atlético por el mucho ejercicio que hacía, tenía un aire resuelto, la frente despejada y el pelo fuerte, rizado y prematuramente encanecido. Su palabra era segura y el argumento preciso. Al hablar, su voz sonora se reforzaba con las modulaciones circulares que él sabía imprimirle. Definitivamente, inspiraba confianza a sus amigos y seguidores; y respeto a sus adversarios, porque de sobra sabían que sus dotes dialécticas estaban sólidamente respaldadas por una larga historia de lucha obrera y política».

Descanse en paz el amigo, el compañero, el viejo camarada, la persona que estará ya en todos los textos de la historia de España reciente.

Como dijo la revista «Time», nada favorable a planteamientos como los de Marcelino, fue «un héroe de nuestro tiempo».


Ramón TAMAMES