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La suerte de la fea
Aquellos que no cumplen los parámetros estéticos que imperan en la sociedad ya tienen su hueco en internet: el portal británico Ugly bug ball, la primera red social para feos. «Si eres una de las millones de personas que se miran al espejo y no se gustan este es tu lugar», es el lema de esta web que en los últimos días ha recibido críticas al considerar que ese criterio de selección es discriminatorio.
Lo cierto es que a juzgar por las investigaciones más recientes sobre belleza desde un punto psicológico, los feos lo tienen más difícil. Así al menos lo certifica el estudio publicado por la Universidad de Colorado sobre una hipotética selección de personal para diferentes ofertas de trabajo, los hombres guapos lo tienen más fácil en un proceso de selección. Tan sólo las mujeres con un físico espléndido que solicitan un trabajo considerado masculino –véase un conductor de camión– tendrían alguna que otra desventaja sobre las del montón. A pie de calle, Rina Bovrisse, una joven dependienta japonesa de Prada, denunció a la firma italiana por considerar que la despidieron por «ser poco atractiva y tener exceso de peso». Después de convertirse en un escándalo en el país, Prada ha respondido con otra demanda en la que le exige 390.000 dólares por dañar su imagen.
Cruce de acusaciones aparte, otro estudio realizado por Universidad de California concluía que los guapos ganan un 12% más de media que los feos. Además, reciben un trato mejor de los compañeros y tienen el viento a favor de un prejuicio positivo: según el estudio, el 39% de los hombres y mujeres atractivos son juzgados como serviciales, frente a un 16% de la gente normal y un 6% de los feos.
«Hay una desigualdad absoluta, el que coincide con los cánones de belleza occidental es el que tiene más facilidades para lograr su objetivo», comenta la psicóloga Laura Landau, que se niega a etiquetar a una persona con el adjetivo de «feo»: «El problema no es de feos o guapos, sino que no aceptamos lo que somos». Sin embargo, hay algo de luz para los «incómodos de ver».
«Si en su familia son valoradas otras aptitudes, les dará igual que no cumplan con el estereotipo físico que se exige. Por ejemplo, en el caso del jugador del Real Madrid Mesut Özil, estoy casi segura de que sus padres supieron potenciar sus habilidades deportivas. Así, incluso podrá desarrollar y potenciar determinadas destrezar que un guapo no perfecciona porque no las necesita», sentencia Landau. Dentro de este campo entrarían en juego talentos comunicativas o el humor que explicarían el éxito de algunos «feos» en profesiones ligadas al espectáculo como Gabino Diego, Juan Tamariz o Mick Jagger. «Por suerte, todos ellos pudieron potenciar sus valores, al igual que Bill Gates, al que podríamos considerar el antihéroe».
Instinto de supervivencia
¿Recuerdan aquello de «la suerte de la fea la guapa la desea»? Pues no lo llamen suerte, sino instinto de supervivencia en un universo hostil donde lo que vende es el músculo definido, la sonrisa perfecta, unos rasgos de cine y el enaltecimiento de la juventud frente al rechazo de la vejez. «No hay que olvidar que la belleza además de ser un signo de nuestro tiempo, es un negocio. Está claro que aunque Özil pueda generar ingresos por su buen juego a través de las camisetas, Beckham atrae a muchas más firmas a las que le dará igual quién meta más goles», subraya Landau que a renglón seguido reflexiona sobre las repercusiones en el ciudadano de a pie: «La creencia disfuncional es pensar que poder tener el cuerpo que queremos y llegar incluso a buscar soluciones quirúrgicas, alimenticias y deportivas a toda costa». De ahí a la aparición de trastornos como la bulimia, anorexia o dismorfofobia –preocupación excesiva por algún defecto físico sea real o imaginado–. Descubrir la frontera entre obsesión y enfermedad es complicado. «Está claro que una persona que se levanta todas las mañanas y lo primero que hace es pesarse y se mira al espejo descubriendo sólo sus puntos flacos, es una llamada de atención», asegura la psicóloga.
La provocación como arma
La psicológa Laura Landau está convencida de que el canon de belleza sufrió un cambió radical a partir de los 90 y la «heroinomanía». «A partir de ahí se colaron en la publicidad y las pasarelas modelos enfermizos y delgados, que en teoría serían feos, pero que se han convertido en referentes». Es el caso de Kate Moss, un perfil que se está introduciendo con fuerza en la sociedad española. Sin embargo, de vez en cuando, se cuela algún «feo» en la esfera internacional que rompe con las reglas establecidas. «Ahí esta Lady Gaga, aunque con una singularidad de que intenta afearse para provocar». Y es que, al final, sea en versión clásica del cuento del patito que se convirtió en cisne o el de aquella Betty que se ligó al galán del culebrón tras pasar por chapa y pintura, las guapas se los llevan de calle. A pesar de todo, siempre nos quedarán Fiona y Shrek.
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