Historia

Murcia

OPINIÓN: El perdigón va en el ala

La Razón
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Recuerdo una anécdota de hace ya trece años vivida con D. Andrés Hernández, cura de Churra ya fallecido. En una reunión de sacerdotes de la Zona Pastoral se debatía qué hacer con los jóvenes, pues una vez confirmados «desaparecían» de las parroquias. Tras largo rato, el Vicario Episcopal dio la palabra a D. Andrés, muy callado como en él era costumbre. Con tranquilidad y voz tenue, pero con convicción de estar en la verdad y de que la experiencia le avalaba, nos dejó esta perla que aún hoy me es muy útil en mis tareas pastorales: «Dejadles, son jóvenes, y volarán, es su modo de ser, aventureros. No es importante ni nos debe defraudar que vuelen. Lo importante es que el tiempo que les hemos tenido junto a nosotros le hayamos dado algo importante, porque si es así ‘el perdigón va en el ala' y tarde o temprano les hará caer. ¿Qué hemos hecho mientras les teníamos? Esto es lo que nos debe ocupar y preocupar».
Viene a cuento esta anécdota porque el evangelio de este último domingo antes de Cuaresma nos sitúa ante la pregunta de qué cimiento, qué fundamento, es el que está a la base de nuestra vida, de nuestra predicación, de nuestras aspiraciones… Los salmos y Pablo nos lo aclaran perfectamente: «Si el Señor no construye la casa…, si el Señor no guarda la ciudad... en vano madrugáis al levantaros...», «Sé la roca de mi refugio, Señor», «No hay otro fundamento sobre el que construir que el que ya ha sido puesto, Jesucristo».
Si la construcción está cimentada en roca, no hay viento, lluvia, tormenta o cosa alguna que la destruya. Si no hay cimiento, si todo es superficialidad edulcorada o sentimentalismo barato, cualquier brisa tira por la borda el mejor proyecto. Lo sabemos por experiencia, pero ¡desmemoriados de nosotros volvemos a sucumbir en el error! La roca, el cimiento, la base, el fundamento es sólo uno: Jesucristo. Escuchar su Palabra es dejar que su Amor transforme y anime el nuestro, que su Espíritu habite en nosotros, que su Vida impregne y modele la nuestra. Recordemos el piropo -corregido- que dirige Jesús a su Madre cuando aquella mujer del pueblo le quiso elogiar con ése «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». La respuesta de no dejaba lugar a dudas: «Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra y la ponen por obra».
En nuestras tareas, en nuestro trabajo, en nuestras familias, en nuestra vida en definitiva, nos acecha la inseguridad cuando no estamos convencidos del fundamento sobre el que hemos construido. En cambio, tener conciencia clara de haber construido sobre roca y no sobre arena, nos conduce a vivir en la seguridad, en la esperanza, y «la esperanza no defrauda». Escuchemos, como dirigidas hoy a nosotros, las palabras del mismo Jesús a los apóstoles: «No temáis, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».


Luis Emilio PASCUAL
Capellán de la UCAM