«El mundo es nuestro»: Indignados y olé

Elevada a los altares gracias a internet, el debut del pluriempleado Alfonso Sánchez radiografía una Sevilla todavía de traca y pandereta durante la Semana Santa de 2012. Dos delincuentes de tres al cuarto pretenden robar en un banco de Triana vestidos de nazarenos. Y de dos hermandades distintas. Parados con dinerillo negro en el bolsillo, racismo cubierto y destapado, un empresario en la ruina que decide forrarse de material explosivo bajo la chaqueta para pedir justicia (el héroe, en fin, del filme), funcionarios amargados, banqueros de aquella manera... Poco queda al margen de la lente que esgrime este Sánchez tan berlanguiano (quizá la corrupción y el amiguismo existente en la Junta de Andalucía, pero esa ya es otra historia más peliaguda aún), autor de una película de un humor a veces negro, y muchas veces salvaje, que consigue que el espectador suelte la carcajada. Cierto: si conoce la capital andaluza, entonces comprobará que la caricatura es descarnada (la procesión que, a pesar del atraco, no cambia el itinerario se convierte en una imagen elocuente de cuánto cuesta cambiar el paso en esas tierras aunque andes del todo equivocado), una forma más de confirmar la inteligente propuesta del director, que pasa por la piedra a tirios, troyanos y cuantos osen pasar por delante de la cámara. Me parece que Azcona la habría guiñado el ojo a este novato.