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Apisonadora madridista por Julián García Candau
El Madrid, en opinión de algunos barcelonistas, arranca la Liga con varios puntos de ventaja: los que el Espanyol le quita al Barça y los que le regala el Atlético. El equipo «periquito» no presenta problemas en el Bernabéu para los madridistas. Son puntos seguros. Y más cuando un central como Raúl Rodríguez se lía y facilita el primer gol. Fue el típico error de los defensas modernos que no calibran la calidad del adversario y pretenden jugar el balón con parsimonia en los aledaños de su área.
El mínimo error ante el Real Madrid cuesta la vida al artista. Ante jugadores como los madridistas hay que ser expeditivo. Marear la perdiz trae malas consecuencias, ya se vio ayer. Como la manía de retrasar la pelota al portero para que éste, las más de las veces presionado por un contrario, despeje a la buena de Dios. Se trata de que, en lugar de ser el defensa quien largue el balonazo, lo haga el guardameta, que no es especialista en el juego con los pies. Los que juegan con los pies ceden la responsabilidad al que siempre había jugado con las manos.
El Espanyol tiene el mérito de resistirse a ser fagocitado por el Barça y, gracias al sabio cuidado de su cantera, tiene jugadores en el primer equipo, aunque luego se vea obligado a venderlos para hacer caja. Pero lo que es meritorio en la administración no es suficiente para competir con los más poderosos en el terreno de juego. Bastante hace con estar entre los equipos que aspiran esta temporada a un puesto europeo. Poner en un brete al Madrid es otra historia. Ni siquiera Coutinho, un gran fichaje, puso en aprietos a Casillas.
El Madrid, desmelenado, una apisonadora.
Posdata. Mourinho es generoso. Jugó con hándicap. Alineó a Carvalho.
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