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EL ANÁLISIS: Más palo menos zanahoria
- ¿Cuáles son los puntos fuertes del discurso de Cameron?
–Uno del cual se desprenden todos los demás: el enfoque del problema. En primer lugar, por encarar la amenaza desde su raíz delincuencial, como un conjunto de actos violentos, desórdenes y saqueos que en absoluto tienen que ver con choques raciales incontenibles ni con reivindicaciones sociales utópicas, sino con una honda crisis de naturaleza moral. En segundo término, por cimentar las estrategias en los principios de inflexibilidad y de contundencia, tanto para la prevención como para la respuesta a la cultura de bandas juveniles. En tercera instancia, por proclamar una mayor dureza en la retórica de ministros y altos funcionarios en sus pronunciamientos sobre las cuestiones determinantes que afectan a la seguridad del Estado.
-l ¿Qué le falta a la intervención del primer ministro británico?
–Grandeza en el ejercicio de la autocrítica. Es cierto que la actuación policial al inicio de los disturbios no funcionó, al adolecer de falta de agresividad; pero no lo es menos que brilló por su ausencia durante las primeras horas la diligencia tanto del 10 de Downing Street como del propio Ministerio del Interior para implementar, sensu stricto, un contraataque.
Sondeos de «The Guardian» o «The Independent» refrendan una capacidad de liderazgo prácticamente nula en los compases incandescentes de los altercados. La alusión extremadamente acertada a las décadas de miopía y de errores de gobiernos de distinto signo esconde la falta de reflejos del propio Cameron para, durante su mandato, reconducir y atajar peligros enquistados.
- ¿Está la oposición a la altura del desafío que encara el país?
–No parece estarlo. El líder del Partido Laborista, Ed Miliband, no encuentra sitio para su relato. Con más de un millar de detenciones y más de medio millar de procesamientos por delitos de robo y homicidio, lo último que necesita una democracia fuerte y vieja es contemplar cómo un partido de poder descalifica por simplista el plan integral anunciado por el Ejecutivo. Tras unos primeros momentos de legítima crítica a la oficina del primer ministro por haber sido incapaz de cambiar el paso ante un imprevisto que no lo era tanto, el momento político reclama visión y sentido histórico para neutralizar una amenaza estructural y estratégica que puede asomar en el futuro más inminente en forma de letales zarpazos.
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