País Vasco
Estrategia: España por José María Marco
No es la primera vez que en el País Vasco consiguen la mayoría las opciones nacionalistas. Ocurrió en los años ochenta, y en varias ocasiones, cuando además del PNV se presentaban Euskadiko Ezkerra, Eusko Alkartasuna y Herri Batasuna. La situación actual no es por tanto completamente nueva, y si bien es verdad que ahora –como entonces, aunque no como hace pocos años– los etarras están representados en el Parlamento, también lo es que la ausencia de violencia física permite un panorama nuevo. El PNV tendrá que calibrar ahora si ha llegado el momento de cumplir junto con los radicales su objetivo independentista, o si le resulta más rentable optar por una opción a largo plazo, que no destruya aún más una sociedad tan tensa y desarticulada como la de Euskadi.
En cualquiera de las dos opciones, el Partido Popular se presenta, con Basagoiti a la cabeza, como la única alternativa nacional y vertebradora. Es un papel a largo plazo, con el objetivo estratégico de reinstaurar la posibilidad española en el País Vasco y volver a hacer posible la convivencia. El Partido Popular ha salido reforzado de las elecciones gallegas, gracias al sentido común y a la prudencia de Núñez Feijóo y de los gallegos. Con una mayoría absoluta tan amplia y un programa de reformas ambicioso, que podría constituir, bien explicado, un gran reto para el conjunto de España, los populares no necesitan la relación con los nacionalistas más allá de lo imprescindible en un régimen civilizado. Más bien, están en condiciones de apuntalar un proyecto español, pluralista y moderno, capaz de integrar a todos y defender los derechos humanos. Es lo que la gente –en particular su electorado– espera del PP: que España no abandone a nadie a su suerte.
Las cosas serían más fáciles si el PSOE se decidiera a sacar la consecuencia de sus fracasos. En un país tan complejo y rico como el nuestro, y en la Unión Europea, un partido de gobierno no puede seguir empeñado en convertirse en un grupúsculo marxista, pasado por la izquierda radical de las aulas universitarias sesentayochistas, y que además sigue apostando por la desarticulación de la nación a la que aspira a representar. Estamos en plena resaca de la herencia de Rodríguez Zapatero, que agravó la crisis institucional, la económica y la nacional. Seguir profundizando en ellas, como parece que el PSOE está dispuesto a hacer –así lo indica el increíble respaldo a la huelga general– no va a solucionar sus problemas. Lo alejará de sus electores y del marco que comparte –y del que es responsable, aunque no quiera enterarse– con su principal adversario político. Ese marco es España, la España constitucional y abierta que es nuestro principal capital.
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