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El honor y la gloria

La Razón
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E l día que llegó al poder, José María Aznar se propuso escoger entre el talento, la honradez y el trabajo, frente a la adulación y las apariencias. Escogió un ramillete de altos cuadros perfectamente preparados, endurecidos en la oposición y vacunados en la historia de un partido que zanjó la sangría de la derecha española. Así se forjó el mejor Gobierno de este país. Pasado el tiempo, resulta cínica la comparación entre Irak y Afganistán, y evidente que aquella foto de las Azores reflejó una España que contaba en la escena internacional. Nada que ver con el penoso espectáculo actual.
Desde su salida de Moncloa, Aznar ha sido incansable. Al frente de la cantera ideológica de FAES, no ha parado de escribir, disertar y viajar por todo el mundo. Foros de debate de gran prestigio se disputan a un ex presidente a quien hoy, como dijo Unamuno, le duele España. Firme en sus convicciones, denuncia la crisis, el despilfarro autonómico, las veleidades soberanistas o la endeble política exterior. Fue un líder respetado en Europa, aliado fiel de Estados Unidos y valiente para defender, como ha hecho recientemente, la libertad en Israel. Nada que ver, tampoco, con los caudillos tan loados por el actual Gobierno.
El poder es siempre una posición de privilegio. Aznar ha sabido mantenerlo en una agenda incesante que lleva el nombre de España por el exterior. Como en la magnífica película de Gavin O,Connor, «El honor y la gloria», el primero se demuestra andando, y la segunda la marca el tiempo.