Barcelona

«La medicina debe respetar la vida»

Han pasado muchos días de nervios e ilusión desde que el pasado mes de junio –el último día del curso– los integrantes de la Obra Benéfico Social Nen Déu conocieran que el Papa visitaría el centro para bendecir la primera piedra de la futura residencia que la fundación diocesana construirá en Tiana (Barcelona)

El patio de la Fundació Nen Déu se quedó pequeño para acoger al millar de personas que se acercaron a ver al Papa
El patio de la Fundació Nen Déu se quedó pequeño para acoger al millar de personas que se acercaron a ver al Papalarazon

Todo un premio a la labor de ayuda y atención a niños y adultos con discapacidades que lleva operativa más de un siglo en Cataluña y que está regentada por el cariño sin límites de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones.

Ayer se puso fin a la espera cuando, a las 17:00 horas, Benedicto XVI llegó al centro. El fervor en la barriada barcelonesa de El Guinardó era más que evidente. Las calles se quedaron pequeñas, las banderolas vaticanas ondeaban sin descanso y dentro del centro apenas cabía un alfiler.

Sólo un millar de privilegiados pudieron observar de cerca todos los movimientos del Pontífice, en un acto marcado por las salidas de protocolo y por la proximidad hacia los niños, jóvenes y familias presentes. La liturgia eclesiástica que se vivió por la mañana en la Sagrada Familia se abandonó para olvidar las distancias y pasar a las sonrisas, besos y abrazos del Santo Padre.

Toda la Fundación era una fiesta. El Papa saludó sin descanso hasta llegar al reclinatorio de la capilla, donde realizó una oración individual y dio paso al saludo del cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach.

«Le acogemos con el corazón lleno de afecto en un día memorable», indicó el arzobispo en una declaración en la que no quiso olvidar la «generosidad y acierto» de toda la Fundación, desde los miembros del patronato hasta los maestros y las hermanas franciscanas.

Una labor de la que puede presumir la madre superiora Rosario Hidalgo, que dirige el centro desde hace un año y medio. La religiosa hizo todo un alegato a la «grandeza de la debilidad» de los discapacitados y apostó por un «sí a la vida de unos hijos incomprendidos en una sociedad marcada por el materialismo».

El Papa más cercano

Y fue aquí cuando la sonrisa del Papa se agrandó aún más. Dos de los niños del centro, Mª Mar Gajo y Antonio Gómez, saludaron a Benedicto XVI y no dudaron en recordarle que «somos diferentes al resto, pero nuestro corazón ama como todos los corazones». Todo un alegato que se ganó sendos besos y abrazos de el Pontífice.

Tras el canto de un grupo de niños y profesores del centro, llegó el momento del rezo de los fieles, un padre nuestro entonado en catalán y el instante estelar del acto, la bendición de la primera piedra y de los planos del futuro centro de Tiana, que llevará el nombre de Benedicto XVI.

Una pieza extraída directamente de la Catedral de Barcelona y grabada con un texto alusivo a la visita de Su Santidad que permanecerá en la fachada de la construcción.
Fue aquí donde Benedicto XVI quiso destacar el servicio social de fundaciones como ésta y animó al Gobierno a prodigarse «para que los servicios sociales alcancen siempre a los más desvalidos» en momentos «en los que muchos hogares afrontan serias dificultades económicas».

Tampoco quiso olvidarse del cuidado a los más débiles y advirtió de que «es imprescindible que los nuevos desarrollos tecnológicos en el campo médico nunca vayan en detrimento del respeto a la vida y dignidad humana».

Tras la entrega de regalos y la firma en el libro de visitas, el Pontífice se despidió de la multitud en la calle. Ya lo había advertido en su discurso: «Ocupáis un lugar muy importante en el corazón del Papa».


Un trono de rey
- LOS REGALOS. Luis Arturo Holguín, alumno de Nen Déu, obsequió al Pontífice con un libro de dibujos y fotos. Germán Junco, usuario del centro de dia de Tiana, le regaló un cuadro pintado por él con la Sagrada Familia. Jonathan Bover, por su parte, le obsequió con un cuadro de la Virgen María y José.
- EL TRONO. El sillón en el que descansó Benedicto XVI estaba cedido por una familia que reside cerca del futuro centro de la Obra Benéfico Social. Es un trono que perteneció a la Reina María Cristina durante la Exposición Universal de 1888 y que ya usó el Rey Don Juan Carlos en la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América.