Puertos del Estado
Las huelgas salvajes
Es un contrasentido. Nunca una huelga en democracia debería ser salvaje. Es el ejercicio de un derecho fundamental, pero que tiene que ser respetuoso con el derecho al trabajo de quienes no quieran secundarla. Nos hemos acostumbrado a que los sindicatos informen como si fueran la brigada del mamporro. Un grupo de energúmenos ejerce su derecho a la huelga quemando contenedores, insultando o incluso agrediendo a quienes no comparten sus ideas. Con una arrogancia suprema anuncian que son capaces de lograr que caiga un gobierno, paralizar un país o una ciudad. Es lo que sucedió tanto en la huelga de controladores como en la del Metro de Madrid. Los cabecillas están acostumbrados a que no pase nada. Es algo inaceptable. Una impunidad impropia de un Estado de Derecho. Por tanto, los «salvajes» tienen que ser sancionados y perder, incluso, su puesto de trabajo. Son las reglas de juego y hay que respetarlas. Lo sucedido debería servir para que se elabore una ley de Huelga.
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