Premios Goya
Jaque a la «piratería» por Pedro Alberto Cruz
En contra de lo que pudieran pensar tantos y tantos escépticos, la decisión de Paco León de estrenar simultáneamente su ópera prima, «Carmina o revienta», en cines, DVD, plataformas de televisión y la red, estaba llamada a ser un éxito rotundo. Y es que, entre las leyendas urbanas que circulan por la envejecida y ultra industria cultural española, la que quizá más militancia e intransigencia genera es aquella según la cual el español quiere cultura sin pagar. Mentira. En varias ocasiones hemos defendido desde esta sección que gran parte de las descargas de productos culturales que se realizan en internet obedecen a una revolución en el consumo que trasciende los límites de la pillería y del comportamiento fraudulento. El que el usuario prefiera ver un contenido audiovisual en su terminal constituye un asunto generacional que ni las leyes «antipiratería» más estrictas y refinadas van a impedir. Resulta más fácil atricherarse en el discurso del victimismo, del «qué mala es la ciudadanía que no respeta nuestro trabajo», antes de reconocer que la mentalidad desde la que el sector cultural español pretende afrontar los retos planteados por la era digital es de una obsolescencia maloliente.
De ahí que la apuesta efectuada por Paco León en ésta su primera incursión como director no se pueda sino considerar como de una inteligencia necesariamente exportable al resto de la industria cinematográfica autóctona. Son casi 15.000 los visionados que el filme ha recibido en su primer fin de semana en circulación; una cifra que no muchas producciones españolas alcanzan en el total de su periodo de distribución. El propio León ha reconocido que consumir esta película se ha convertido en una cuestión de militancia. Y en verdad que ésta es la clave: en el momento en que el usuario percibe que estás apostando por un modelo de un consumo lógico y adaptado experiencialmente a los tiempos, no duda en respaldarlo con su respuesta masiva. Desde hace tiempo, el espectador está demandando a gritos algo de complicidad por parte de los autores; encastillarse en una razón anacrónica sólo conduce a la marginalidad social y económica, exactamente lo que le sucede al cine español.
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