CRÍTICA DE CINE / «Vivir para siempre»: La lucha continúa

Un preadolescente atiborrado de dudas. Nada nuevo. Pero las suyas son cuestiones que no tienen que ver con el sexo o cómo sabrá el primer cigarrillo. O no sólo. Sam tiene 11 años y leucemia. Sabe que morirá pronto y se pregunta cómo será un cadáver, lo que le espera más allá. Antes, sin embargo, quiere cumplir ciertos deseos. Como besar a una chica, porque después no podrá. Poseee una impronta de cine indepediente americano la segunda película de Ron, un drama que se resiste a serlo en exceso, una película que consigue ser triste y alegre a la vez, qué raro. El cineasta, nos alegramos tanto, tampoco se detiene en mostrar el peor rostro del cáncer. Lejos están, pues, las menos decorosas «Camino» y «La decisión de Anne». Probablemente porque en el filme hay mucha vida, qué curioso, aunque el final lo conozca el espectador desde los primeros minutos. Sam se marcha, pero parece que sigue aquí al lado.