Cataluña

La década prodigiosa

La Razón
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La década de ZP al frente del PSOE ha pasado totalmente inadvertida en los medios de Estados Unidos. Quizá en alguna hoja eclesial de esas que se refieren a las señales de la pronta aparición del Anticristo lo hayan mencionado, pero, si es así, no ha caído en mis manos. Por aquí la gente se queda sorprendida cuando les comento el aniversario. «¿De verdad? ¿Lleva tanto tiempo mandando en el partido socialista?», me preguntan con gesto de incredulidad. «Sí», reconozco con un poco de vergüenza ajena. «Pero siendo presidente lleva menos, ¿verdad?», continúan inseguros. Asiento. Si ZP en seis años ha logrado tener unos efectos tan devastadores sobre España, da miedo pensar lo que podría haber logrado en una década entera. «¿Y qué balance haría usted de este tiempo?», me pregunta ingenua una señora cuyo rostro indica de manera casi indiscutible que toma el sol con un colador. «Es complejo...», intento yo eludir una respuesta. «Sí, claro, pero, por ejemplo, ¿qué tasa de desempleo tienen ustedes?», me dice instándome a responder. «Un veinte por ciento», respondo lacónico aunque sin poder evitar el silbido unánime de los presentes. «¿Veinte? ¡Holy shit! ¿Y cuánto tenían con el anterior presidente?». «No llegaba al nueve», contesto. El silencio es sepulcral al escuchar el dato, pero no perdura mucho. «No es buena cifra, no.... ¿Cómo van los bancos?». «Los grandes como el Santander o el BBVA, bien», contesto, «pero en el reciente «stress test» de la Unión europea, cinco de las siete entidades suspendidas eran españolas. Por cierto, en un porcentaje mayoritario, catalanas». La gente se mira con una cara que hace pensar que si tienen un dólar en bancos españoles lo van a sacar mañana mismo. «Llama la atención lo que dice de Cataluña... ¿no era una región próspera?», indaga una mujer de mediana edad. «Sí, lo era hasta que los nacionalistas la convirtieron en su rancho. Ahora mismo su deuda es el 26,5% de la de todas las comunidades autónomas en España y su gobierno no consigue que la banca extranjera le preste un solo euro», respondo. «Eso suena peor que Zimbabwe», musita un hombre de negocios. Prudentemente me callo. «¿Y el terrorismo?», indaga un joven hispano. «El terrorismo ha ganado mucho con Zapatero. Está en las instituciones, recibe dinero de los contribuyentes y cuenta con datos, gracias a su presencia en los ayuntamientos, que le permitiría cometer nuevos atentados», respondo. «Pues no tienen ustedes muchas razones para estarles agradecidos a Zapatero», interviene un profesor de mediana edad, «porque en términos de política internacional... bueno, no deseo ser negativo, pero España no es ni una sombra de lo que fue con Aznar...». «Veálo de manera positiva», me dice un amigo empeñado en consolarme, «Zapatero ya está en su segundo mandato». Tengo que informarle entonces de que en España no existe límite a los mandatos de un presidente. Es más, ZP podría ganar por tercera vez las elecciones. Una mujer de aspecto piadoso me dice: «Pero ¿qué pecados han cometido los españoles para merecer ese castigo de Dios?». Por un momento, estoy tentado de hablar sobre la legislación zapaterina que ha culminado con una ley del aborto que, según algún cardenal, debe aplicarse sin apelar a causa de conciencia alguna. Al final, opto por guardar silencio. ¡Qué década la de ZP! Verdaderamente prodigiosa.