Agitación civil
Un país en llamas
De nuevo ha explotado la revuelta. Hoy comienzan las elecciones para una Asamblea Constituyente y el viernes 18 volvieron los manifestantes a Tahrir. Su demanda es un Gobierno civil que dirija los comicios con auténticos poderes. A partir de ahí todo son divisiones, a pesar de que el rebrote revolucionario ha restablecido la comunión entre facciones, dirigentes y manifestantes. Desde febrero todo había sido politiqueo y personalismo.
La gran diferencia es que la confianza en los militares se ha quebrado. En febrero parecieron los salvadores, conteniendo a la Policía y deshaciéndose del dictador. Se estaban, en realidad, salvando a sí mismos. No sólo los revolucionarios los idealizaron, sino que una gran mayoría de los egipcios siguieron considerándolos la única garantía de orden. Creyéndose los auténticos representantes de esa «mayoría silenciosa», reclamaron el mantenimiento de su inmunidad, sus enormes privilegios económicos y el derecho a supervisar la vida política. A la vista del guirigay de partidos, pensaron que nadie les podía garantizar esas demandas y las proclamaron como principios supraconstitucionales. Ahí surgió el choque con la Hermandad Musulmana. Convocaron a su gente a Tahrir el 28, pero, temiendo perjudicarse con un aplazamiento de la cita del lunes, se retiraron al día siguiente. La torpe brutalidad de los militares alumbró esta nueva fase del proceso egipcio, pero militares e islamistas han seguido aferrados a la cita de hoy.
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