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CRÍTICA DE CINE / «Tamara Drewe»: La teoría de los satélites

Dirección: Stephen Frears. Intérpretes: Gemma Arterton, Roger Allam, Bill Camp, Dominic Cooper. Gran Bretaña, 2010. Duración: 109 minutos. Comedia dramática

 
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En las novelas de Thomas Hardy el destino acaba estrangulando el deseo de libertad de sus héroes, hijos pródigos de una campiña inglesa que funciona como paisaje simbólico de la fatalidad. «Tamara Drewe» funciona como una caricatura de la obra de Hardy: en esencia, trabaja los mismos temas en un escenario calcado al Wessex que Hardy imaginó partiendo de su Dorset natal, aunque lo hace en un tono ligero y algo desconcertante.

No hay otro propósito en Frears que hacer un estudio sobre las mentiras, traiciones y engaños que el amor y el deseo imponen en sus pacientes sufridores, algo así como una revisión pastoril de «Las amistades peligrosas» sin su crueldad ni su gravedad. El resultado no arroja demasiada luz sobre la protagonista, una patito feo que ha sobrevivido a una operación de nariz

para reafirmar su independencia sexual y profesional, porque Frears está demasiado ocupado ensamblando el tejido de relaciones que se organiza a su alrededor, sobre todo, en una casa de retiro para escritores en la que la novela criminal y la teoría literaria parecen convivir en difícil armonía. Los personajes más interesantes, dos adolescentes que podrían haberse escapado del «Ghost World» de Daniel Clowes, son a la vez coro griego y desalmados demiurgos, y demuestran que a Frears le interesan más los satélites que los planetas.

Lo mejor: La frescura del conjunto, que actualiza los temas de la obra de Hardy en clave satírica.
Lo peor: El plano de una vaca en plena micción, más propio de los Farrelly que de una comedia de altos vuelos.
Sergi Sánchez